La nominada a Mejor Película Extranjera en los pasados Globos de Oro, demuestra que los fantasmas del pasado siempre regresan a clamar justicia.
Es bien sabido que la historia de Latinoamérica ha sido un cúmulo de momentos de lucha, revoluciones; de conflictos sociales y armados; de dictaduras y opresiones. Específicamente en Guatemala, durante la década de los ochenta, la guerra civil estaba en un punto crítico y el poder militar oprimía a la sociedad. El general Enrique Monteverde ordenaba saquear y violentar a las comunidades maya ixil, condenando a sus habitantes a una masacre inevitable.
Treinta años después, un juicio penal se reabre en contra del general retirado culpándolo de genocidio, pero la resolución se declara nula y es absuelto prontamente. Esto genera descontento e indignación entre la población y los mismos testigos del juicio, originando revueltas y protestas en las afueras de la residencia Monteverde, causando el temor de la familia. Pero eso solo es una preocupación menor para el general, pues la verdadera inquietud provendrá desde dentro.

Tomando los elementos clave de la ya conocida leyenda de la llorona, el director Jayro Bustamante nos permea de un contexto histórico, siendo éste su base para construir una combinación perfectamente balanceada entre un filme con toques sobrenaturales y un drama con causa social. Y es de esta forma que el también coescritor Jayro logra terminar su “Trilogía del Desprecio¨, la cual inició con Ixcanul (2015), siguió con Temblores (2019) y cierra con su reinvención de la leyenda.
Bustamante toma consciencia de lo que está contando, lo monta en una dirección pausada, con un desarrollo a fuego lento y momentos de suspenso que evocan un aire de lo hecho por A24 en sus propuestas de temática Art House Horror. Composición dotada de una atmósfera inquietante, pero al mismo tiempo detallada (brillante la secuencia del juicio), la cinta desenvuelve la decadencia del general Enrique, al escuchar por las noches el llanto de una mujer, lo que preocupa a su esposa e hija por su senilidad.
Aquí el rol de cada personaje tiene un lugar dentro de la narrativa siendo Alma, la nueva empleada de la residencia, el más desconcertante de todos. Natalia, la hija del general, teme por la salud de su padre y duda de su verdadera participación en el genocidio del que se le acusa; Carmen, su esposa, estaba segura de la inocencia de él, pero pronto descubrirá la verdad.

La partitura musical a cargo de Pascual Reyes acompaña de forma causal a la trama para sumergirnos en secuencias tenebrosas. Mención aparte para la versión de la canción La Llorona de los Cafetales interpretada por Gaby Moreno y realizada para los créditos de la cinta, la cual reafirma el mensaje sociopolítico y que en su video musical cuenta con la participación de María Mercedes Coroy (Alma) dirigido por el mismo Bustamante.
Siendo la primera cinta guatemalteca en ser nominada a los Globos de Oro, La Llorona puede parecer en su título como una película de terror genérica, aquella que revisita por milésima vez la historia ya contada. Y quizá eso pueda resultar en un enemigo para el espectador, por lo que altamente recomiendo ver esta cinta con una perspectiva abierta, con mirada de justicia social, porque lo que nos ofrece es un testimonio fresco de una realidad que sigue sufriendo, de una sociedad que aún no zurce las heridas del pasado.
A veces los fantasmas que nos persiguen del pasado son aquellos sobrenaturales, con rostros y voces de aquellos que no pudieron defenderse y exigen justicia. Y os aseguro, que la van a encontrar.

Por Carlos Huerta de Cine En 70mm.
Suscríbete a mi canal de YouTube
https://www.youtube.com/channel/UCs0WlbRpm5Efm7gJDEUHMqA