Para ser sincero y aunque me gusta el trabajo del director David Leitch, no tenía muchas esperanzas a que me agradara esta nueva película con Brad Pitt. Desde conocer la participación de Bad Bunny como uno de los personajes, hasta que fuera desarrollada en un tren al estilo Ágatha Christie… pensé que sería un rotundo bodrio pero, no.
Mencionó a Ágata Christie porque sus historias siempre suceden en un barco o tren, mientras los personajes van de un punto a otro, pero también siempre rodeados de un misterio que funciona como un McGuffin como solo un pretexto para que se desarrolle toda la historia y se genere una intersección entre todos los personajes a modo coral.
Ladybug (Brad Pitt) es un agente secreto que se dedica a robar objetos importantes que ponen en peligro La Paz de la humanidad. Hasta que un día debe suplir a otro agente para robar un maletín que se encuentra a bordo de un tren bala en Japón. Ahí se encuentra con una serie de personajes con los que tiene que lidiar para llevar este objeto sano y salvo pero, también mantener intacta su salud mental.
Tren Bala, es probablemente una de las películas más absurdas del año. No en el sentido más peyorativo, sino realmente como una cualidad que hace que el espectador se enganche con cada uno de los personajes desde el principio. Brad Pitt aquí es el punto central con Ladybug. Un agente que ya se encuentra hastiado de su trabajo y lo que quiere es ya no matar gente y buscar las paz interior arreglando siempre las situaciones por medio de un diálogo antes de pelear o matar. Estos objetivos son yuxtapuestos con los que portan el maletín Lemon (Bryan Tyree) y Tangerine (Aaron Taylor Johnson), dos hermanos asesinos a sueldo contratados por alguien que se hace llamar La muerte blanca.
Así, Ladybug se va encontrando con cada uno de estos personajes que de alguna manera están involucrados con este maletín. Más arriba mencione la palabra “absurda”, porque todo gira alrededor de algo que no es importante, lo que importa es cada una de las intersecciones directas o indirectas que el personaje principal tiene con ellos; escenas llenas de acción, peleas excelentemente coreografíadas, etcétera.
Las escenas de acción, son muy pocas, mejor dicho dentro de la película predominan más las coreografías de peleas bien ejecutadas. Es hasta el final donde el director despliega todos sus recursos estilísticos visuales para poder rematar toda la tensión que el espectador ha venido acumulando y resulta en algo muy emocionante, pero también relevante en la filmografía de Leitch al ser, después de Deadpool, su película mejor lograda en cuanto a todos los elementos.
¿La película es buena? Un rotundo sí. ¿Me va divertir? Sí, pero debes tener gusto por este tipo de películas en las que su forma de contarse es como un va y ven en el presente convergente de todos los personajes, al pasado de cada uno de ellos, que es la razón por la cual se encuentran ahí. Esta forma de narrarse a sí misma no es nueva, me recordó mucho a películas de Tarantino como Kill Bill (2013) o Bastardos sin gloria (2009). Incluso en el montaje con el tipo de música y los planos resulta muy tarantinesca, en el sentido más positivo del adjetivo… todo esto con un “whodunit” de fondo al mejor modo de Ágatha Christie. Esta combinación, que está muy bien ejecutada, es atrapante y aunque realmente al final nada sobre el maletín importa, este juego de personajes es divertido, hilarante y con un muy buen juego de luces neón de un Japón moderno, clásico y vanguardista. ¡Todo un viaje!

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