Prey, cuando la precuela es mejor que toda una saga

Es un tiempo extraño para el cine al encontrarse en un momento interesante en el que su contenido, me refiero al que la más reciente película de Scream nos hablaba: precuelas, recuelas y remakes, etcétera… hace referencia. Donde ahora con las películas y su universo se puede hacer lo que sea; ya sea expandir una idea, explicarla o contextualizarla. Pasó con Halloween (2018) de David Gordon Green: donde llevó a una ópera prima independiente de terror súper exitosa y emblemática como lo fue Halloween (1978) de John Carpenter a ser una nueva saga digna de los fans, pero también de los nuevos espectadores que por referencia verán lo hecho por Carpenter en su momento.

De este “tiempo raro” en el que escribo que se encuentra el cine, hemos sacado cosas muy malas que no enumeraré ahora, pero también algunas producciones sorprendentes que nos han callado la boca. Una de estas es “Prey” de Dan Trachtenberg que nos sorprendió con una espléndida “10 Cloverfield lane” como ópera prima y ahora con una segunda película logra no solo revivir una saga de ciencia ficción y acción, pues… con un solo “one hit wonder” con Arnold Schwarzenegger que, a venido desde entonces a peor pero que tampoco el estudio ha querido dejar morir porque la tesis principal de su historia no deja de ser interesante.

Depredador yo lo conocí por “Alien contra depredador” en el 2004 y está lucha milenaria de extraterrestres por el dominio en la tierra me atrae demasiado, sin embargo, admitámoslo… lo logrado por Arnold en 1987 es novedoso para el tiempo y ha sabido encontrar su lugar como película de culto, aún así no es buena película.

“Prey” toma esta premisa original y la traslada a época de los nativos norteamericanos para contarnos una precuela efectiva, novedosa pero sobre todo interesante. Aún así la historia es más simple que el café soluble: Naru (Amber Midthunder) es una joven comanche que busca su lugar dentro de l tribu en la que su hermano es el jefe de guerra. No acepta su papel de mujer hogareña que deba de desarrollarse como tal, sino que quiere sobresalir como guerrera y protectora. Así se encuentra durante estos recorridos con un depredador, el más grande que su experiencia como cazadora haya conocido.

Con “Prey” Dan Trachtenberg logró lo impensable con una saga venida a menos: refinarla y hacerla interesante. El director proporcionó un estilo, una visión… lo mejor de todo, ¡una firma autoral! Ya desde colocarla en los tiempos de los nativos norteamericanos hasta hacer dos versiones en inglés y otra en dialecto comanche. Empezando con ese gran detalle nos encontramos con una producción mucho mayor que la de 1987.

No se diga la impecable dirección de cámaras que resulta impresionante para este género. Dan sabe dónde, cómo y porque la cámara tiene que estar ahí, pero no solo eso, sabe perfectamente que es lo que le va causar ansiedad al espectador. Deja muy en claro que estamos ante una criatura amenazante y que por supuesto que en caso de venir más a la tierra, ellos serían la cabeza de la cadena alimenticia. Ya desde ahí el director y también con escritor nos deja muy en claro porque debemos temerle.

Ahora bien, las actuaciones tanto de Amber como la del perro Nassi, son extraordinarias. Tenía mucho que no veía un perro tan bien entrenado para las producciones de cine que fuera ocupado para escenas que realmente transmitieran eso a lo que llamamos: “el mejor amigo del hombre”. ¡Formidable!

Algo que no me gustó fue que tuvimos que verla en una pantalla chica. Este formato le quedó muy pequeño para lo grande que es esta película en todo sentido: histórica y visualmente es un despliegue de cosas que el género, así mismo la saga, deben de tomar.

“Prey” se convierte en una de esas películas que nos sorprenden con una calidad que excede por mucho a su formato destino para desearle verle en algo aún mucho más grande: el cine y en una pantalla IMAX.

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Fresh, ¿una apología a la violencia?

Estamos en tiempos violentos, pero no solo eso, también en épocas donde la más mínima apología a conductas que insinúen algún tipo de violencia es condenada pública y también, no todas las veces, legalmente.

Fresh de Mimi Cave y bajo la producción de Adam McAy, es no solo un reflejo de los tiempos violentos que ahora vivimos en contra de las mujeres, sino también de lo banal que resulta ser cuando lo ves plasmado en la pantalla grande. Es distinto cuando una película denuncia un defecto social como el callar un delito que es un secreto a voces, ya sea de un funcionario público, de una persona influyente o cualquiera que esté en una posición de poder.

Esta película protagonizada por Sebastian Stan como Steve, un médico cirujano que se dedica a secuestrar mujeres para satisfacer a un grupo selecto de hombres de poder que gustan de comer carne humana, pero específicamente de mujeres.

La sensación que deja esta película la comparo mucho con la misma que me dejó Hostal de Eli Roth cuando la vi. Un hastío por la sociedad en combinación con miedo al ser más común que se pueda acercar a preguntarte la hora. Porque una situación de trata de personas con el fin de tráfico de órganos, de prostitución o cualquier otra actividad ilícita, no solo puede pasarle a mujeres, también a hombres y México es un país protagonista en este tipo de casos.

Aunque la historia tiene mucho cuidado y por un solo detalle del guion al final, su tesis no resulta apologética hacia la violencia que acusa y retrata tan escatológicamente, es sumamente insinuante e insidiosa. Creo que el que esté dirigida por una mujer salva que sea una exaltación al odio hacia las mujeres para convertirla en una denuncia en forma de una película de terror.

Resulta ser una línea muy delgada en la forma en la que se dice algo cae en el defecto propio que se denuncia. Fresh es lo demasiado inteligente para que no parezca precisamente eso y, ni modo, lo aplaudo. La película está tan bien hecha y escrita que da miedo, precisamente porque es tan cercano, pero también fácil caer con gente enferma mentalmente en redes sociales, aplicaciones de citas o con esta mentalidad de: “solo una noche”, pues puede que sea la última.

Fresh es terrorífica a grados viscerales e inteligente de forma estratégica y violenta. De verdad que es una genialidad por donde se le quiera ver.

Luis Toriz

Por Luis Toriz
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