¡Que viva México! (y su clasismo…)

El pasado martes 14 de marzo, en la Plaza Oasis Coyoacán (CDMX) tuvo a bien (o no) presentarse la más reciente entrega de Luis Estrada: ¡Que viva México! La lluvia, que se desató de manera imprevista, no desanimó a nadie; desde las 3 de la tarde, un considerable número de reporteros se amontonaban alrededor de la alfombra roja, decididos de obtener la nota, y arrancarle unas cuantas palabras a Poncho (Herrera), Ana (de la Reguera), Damián (Alcázar), Joaquín (Cosío), y, por supuesto, al aclamado Luis Estrada. Y, ¿cómo no?, si en los últimos años, Luis se ha consagrado como un símbolo de la crítica a la clase política mexicana desde la trinchera del séptimo arte. A Luis puede reconocérsele (honor a quien honor merece) el haber sido uno de los escasos cineastas mexicanos con la valentía de rodar ingeniosas sátiras que retratan, de pies a cabeza, los peores vicios del ejercicio del poder en México. Con títulos como La Ley de Herodes, El infierno y La Dictadura Perfecta, Luis Estrada ha logrado cuestionar e incomodar tanto al Priismo como al Panismo. Y es así, con esos antecedentes, que el director se planteó una nueva cruzada: criticar al poder en turno. Esta nueva aventura se antoja, por lo menos, compleja, ya que, sin caer en el proselitismo político, y adhiriéndome a los análisis políticos más objetivos, es innegable que este gobierno es, en muchas cosas, distinto a los anteriores, nos guste o no, para bien o para mal. Luego, surge una pregunta natural: ¿está Luis Estrada a la altura de las necesidades de esta nueva realidad política? En la modesta opinión de este cinéfilo, la respuesta es: no.

«El fallo se encuentra, justamente, en no lograr lo que ha caracterizado a Luis durante toda su carrera: la adecuada construcción de una ficción que refleje nuestra realidad política»   

En términos estrictamente cinematográficos, ¡Que viva México! es un filme que cumple, holgadamente, con los estándares mínimos de calidad. Es decir, el trabajo de cinematografía, arte, sonido, montaje, etc., es, si no destacable, al menos bastante bien cuidado. La película está salpimentada con referencias visuales muy afortunadas a otros filmes de culto, por ejemplo, París, Texas o El Lugar Sin Límites, lo cual la hace muy agradable al ojo en momentos clave. La plantilla de actores, y la dirección de estos es, sin duda, una de las mayores virtudes de esta película; entre los más destacables están, por supuesto, los papeles protagonizados por Damián y Joaquín. Pero, entonces, dados todos los ingredientes necesarios para hornear una película memorable, ¿qué es lo que falla en esta producción? En mi opinión, el fallo se encuentra, justamente, en no lograr lo que ha caracterizado a Luis durante toda su carrera: la adecuada construcción de una ficción que refleje nuestra realidad política.       

Foto: Pablo Bastida. Oculus Todo El Cine

Quienes conocen el trabajo de Luis Estrada saben que su estilo es muy peculiar: a través de la construcción de microhistorias y personajes arquetípicos, establece narrativas que pretenden imitar, en pequeño, la realidad política del país. El problema es que, en esta producción, la ficción que se construye poco tiene que ver con la vida política y, más bien, parece una comedia banalizada sobre las clases populares del México menos urbanizado. Baste decir que la primera referencia (entre las muy contadas) que se hace al presidente Andrés Manuel López Obrador sucede hasta muy entrada la película, aproximadamente después de hora y media de metraje. Antes de esta aparición, el eje que domina el ritmo de la película es la de ridiculización de la pobreza; “los pobres son sucios”, “los pobres son promiscuos”, “los pobres son perezosos”, “los pobres no son solidarios”, “los pobres quieren dádivas”, “los pobres van a llevarte a la ruina”, y un largo etcétera, son subtextos que se pueden leer repetidamente, todo con un objetivo propagandístico bastante claro: convencer al espectador de que ese “pueblo bueno”, del que tanto habla Andrés Manuel, de hecho no es tan bueno, y por tanto, debemos desconfiar de la democracia y de los programas sociales. Y sí, debe reconocerse que, también, se hacen algunas burlas a los estereotipos que corresponden a las clases medias, pero se sienten inocentes, tibias y muy condescendientes.

En esta película se confronta la meritocracia con la pobreza, lo cual, por sí mismo, sería un terreno muy fértil para desarrollar una sátira. El problema es que Luis se adhiere a una visión de la realidad social completamente alterada. Defiende el mérito, antagoniza la pobreza, y banaliza la polarización tan preocupante que se vive en el México actual. ¡Que viva México! se conforma con retratar a las clases populares como resentidas y vengativas con los (¡pobrecitos!) fifís, y esto se consolida y se resume muy bien en una frase, dicha por el patriarca, que bien podría representar toda la película: “tu fracaso es nuestra felicidad”. No voy a negar, a pesar de todo, que algunas cosas de las que se mofa este filme son, en términos muy superficiales, “ciertas” (lo sé de primera fuente, al pertenecer a las clases populares); sin embargo, lo que Luis no termina de entender es el imperativo ético de utilizar la sátira de forma responsable, para incomodar al poder y cuestionar el privilegio, y no para invisibilizar la precariedad, y volver el blanco de las burlas a un sector que, históricamente, ya ha sido muy agraviado. Dicho esto, estoy convencido de que esta película, tal como fue planteada, era completamente innecesaria.   

Foto: Pablo Bastida. Oculus Todo El Cine

Creo muy relevante aclararle al lector que, con todo esto, no pretendo hacer una defensa del Obradorismo. La cuarta transformación, como es llamada, tiene tantos errores como aciertos, y criticarla libremente no solo es un indicador de salud política, sino una actividad ineludible. El problema es que Luis Estrada no toca, ni por encima, los temas más relevantes y polémicos de la actual administración. Prefiere encasillarse en una lucha ficticia entre nacos y fifís que, además de ser profundamente clasista, y enervar la polarización, ni siquiera es de un humor ingenioso. A ratos, hasta nos recuerda filmes tan poco afortunados como Mirreyes vs Godínez, y llega a caer en la tentación de recurrir a chistes escatológicos, que son los más trillados y fáciles de todos. Ya ni decir que es un película innecesariamente larga.

Pero todo esto no debería de extrañarnos, es un resultado natural cuando se retrata sin pudor ni autocensura una realidad que no se conoce. Al igual que Michel Franco, o incluso Octavio Paz, Luis Estrada nos quiere hablar de un grupo social al cual no pertenece, y cuyas problemáticas observa desde el pedestal del privilegio. Yo creo que esta entrega nos indica que el estilo de Luis Estrada envejeció muy mal, no está a la altura de la modernidad, y nos deja una gran lección: el cine tiene que empezar a democratizarse; es decir, tiene que dejar de ser acaparado por los mismos sectores de siempre, y darle lugar a visiones diversas, auténticas, y sobre todo, con conciencia de clase.  

¡Que Viva México! se estrena este 23 de marzo exclusivamente en cines.

PABLO BASTIDA

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Prey, cuando la precuela es mejor que toda una saga

Es un tiempo extraño para el cine al encontrarse en un momento interesante en el que su contenido, me refiero al que la más reciente película de Scream nos hablaba: precuelas, recuelas y remakes, etcétera… hace referencia. Donde ahora con las películas y su universo se puede hacer lo que sea; ya sea expandir una idea, explicarla o contextualizarla. Pasó con Halloween (2018) de David Gordon Green: donde llevó a una ópera prima independiente de terror súper exitosa y emblemática como lo fue Halloween (1978) de John Carpenter a ser una nueva saga digna de los fans, pero también de los nuevos espectadores que por referencia verán lo hecho por Carpenter en su momento.

De este “tiempo raro” en el que escribo que se encuentra el cine, hemos sacado cosas muy malas que no enumeraré ahora, pero también algunas producciones sorprendentes que nos han callado la boca. Una de estas es “Prey” de Dan Trachtenberg que nos sorprendió con una espléndida “10 Cloverfield lane” como ópera prima y ahora con una segunda película logra no solo revivir una saga de ciencia ficción y acción, pues… con un solo “one hit wonder” con Arnold Schwarzenegger que, a venido desde entonces a peor pero que tampoco el estudio ha querido dejar morir porque la tesis principal de su historia no deja de ser interesante.

Depredador yo lo conocí por “Alien contra depredador” en el 2004 y está lucha milenaria de extraterrestres por el dominio en la tierra me atrae demasiado, sin embargo, admitámoslo… lo logrado por Arnold en 1987 es novedoso para el tiempo y ha sabido encontrar su lugar como película de culto, aún así no es buena película.

“Prey” toma esta premisa original y la traslada a época de los nativos norteamericanos para contarnos una precuela efectiva, novedosa pero sobre todo interesante. Aún así la historia es más simple que el café soluble: Naru (Amber Midthunder) es una joven comanche que busca su lugar dentro de l tribu en la que su hermano es el jefe de guerra. No acepta su papel de mujer hogareña que deba de desarrollarse como tal, sino que quiere sobresalir como guerrera y protectora. Así se encuentra durante estos recorridos con un depredador, el más grande que su experiencia como cazadora haya conocido.

Con “Prey” Dan Trachtenberg logró lo impensable con una saga venida a menos: refinarla y hacerla interesante. El director proporcionó un estilo, una visión… lo mejor de todo, ¡una firma autoral! Ya desde colocarla en los tiempos de los nativos norteamericanos hasta hacer dos versiones en inglés y otra en dialecto comanche. Empezando con ese gran detalle nos encontramos con una producción mucho mayor que la de 1987.

No se diga la impecable dirección de cámaras que resulta impresionante para este género. Dan sabe dónde, cómo y porque la cámara tiene que estar ahí, pero no solo eso, sabe perfectamente que es lo que le va causar ansiedad al espectador. Deja muy en claro que estamos ante una criatura amenazante y que por supuesto que en caso de venir más a la tierra, ellos serían la cabeza de la cadena alimenticia. Ya desde ahí el director y también con escritor nos deja muy en claro porque debemos temerle.

Ahora bien, las actuaciones tanto de Amber como la del perro Nassi, son extraordinarias. Tenía mucho que no veía un perro tan bien entrenado para las producciones de cine que fuera ocupado para escenas que realmente transmitieran eso a lo que llamamos: “el mejor amigo del hombre”. ¡Formidable!

Algo que no me gustó fue que tuvimos que verla en una pantalla chica. Este formato le quedó muy pequeño para lo grande que es esta película en todo sentido: histórica y visualmente es un despliegue de cosas que el género, así mismo la saga, deben de tomar.

“Prey” se convierte en una de esas películas que nos sorprenden con una calidad que excede por mucho a su formato destino para desearle verle en algo aún mucho más grande: el cine y en una pantalla IMAX.

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Tren bala, acción, frenetismo y luces neón

Para ser sincero y aunque me gusta el trabajo del director David Leitch, no tenía muchas esperanzas a que me agradara esta nueva película con Brad Pitt. Desde conocer la participación de Bad Bunny como uno de los personajes, hasta que fuera desarrollada en un tren al estilo Ágatha Christie… pensé que sería un rotundo bodrio pero, no.

Mencionó a Ágata Christie porque sus historias siempre suceden en un barco o tren, mientras los personajes van de un punto a otro, pero también siempre rodeados de un misterio que funciona como un McGuffin como solo un pretexto para que se desarrolle toda la historia y se genere una intersección entre todos los personajes a modo coral.

Ladybug (Brad Pitt) es un agente secreto que se dedica a robar objetos importantes que ponen en peligro La Paz de la humanidad. Hasta que un día debe suplir a otro agente para robar un maletín que se encuentra a bordo de un tren bala en Japón. Ahí se encuentra con una serie de personajes con los que tiene que lidiar para llevar este objeto sano y salvo pero, también mantener intacta su salud mental.

Tren Bala, es probablemente una de las películas más absurdas del año. No en el sentido más peyorativo, sino realmente como una cualidad que hace que el espectador se enganche con cada uno de los personajes desde el principio. Brad Pitt aquí es el punto central con Ladybug. Un agente que ya se encuentra hastiado de su trabajo y lo que quiere es ya no matar gente y buscar las paz interior arreglando siempre las situaciones por medio de un diálogo antes de pelear o matar. Estos objetivos son yuxtapuestos con los que portan el maletín Lemon (Bryan Tyree) y Tangerine (Aaron Taylor Johnson), dos hermanos asesinos a sueldo contratados por alguien que se hace llamar La muerte blanca.

Así, Ladybug se va encontrando con cada uno de estos personajes que de alguna manera están involucrados con este maletín. Más arriba mencione la palabra “absurda”, porque todo gira alrededor de algo que no es importante, lo que importa es cada una de las intersecciones directas o indirectas que el personaje principal tiene con ellos; escenas llenas de acción, peleas excelentemente coreografíadas, etcétera.

Las escenas de acción, son muy pocas, mejor dicho dentro de la película predominan más las coreografías de peleas bien ejecutadas. Es hasta el final donde el director despliega todos sus recursos estilísticos visuales para poder rematar toda la tensión que el espectador ha venido acumulando y resulta en algo muy emocionante, pero también relevante en la filmografía de Leitch al ser, después de Deadpool, su película mejor lograda en cuanto a todos los elementos.

¿La película es buena? Un rotundo sí. ¿Me va divertir? Sí, pero debes tener gusto por este tipo de películas en las que su forma de contarse es como un va y ven en el presente convergente de todos los personajes, al pasado de cada uno de ellos, que es la razón por la cual se encuentran ahí. Esta forma de narrarse a sí misma no es nueva, me recordó mucho a películas de Tarantino como Kill Bill (2013) o Bastardos sin gloria (2009). Incluso en el montaje con el tipo de música y los planos resulta muy tarantinesca, en el sentido más positivo del adjetivo… todo esto con un “whodunit” de fondo al mejor modo de Ágatha Christie. Esta combinación, que está muy bien ejecutada, es atrapante y aunque realmente al final nada sobre el maletín importa, este juego de personajes es divertido, hilarante y con un muy buen juego de luces neón de un Japón moderno, clásico y vanguardista. ¡Todo un viaje!

YA EN CARTELERA

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Thor love and thunder: el cine de autor que le queda a Marvel

Podemos dejar algo en claro desde un inicio: Taika Waititi es un director con un estilo que ha sabido impregnar en todas las producciones que dirige. Probablemente no las he visto todas, sin embargo, desde “What we do in the shadows” (2014) entendí que su estilo era no tomarse las cosas tan en serio en absolutamente nada y es ahí donde radica mucho de su ingenio. Esto no quiere decir que sea banal o imprudente en sus comentarios, sino que es su forma de decir las cosas… ¿y va contar algo serio? ¡No!

“Thor Ragnarok” (2017), significó un cambio de tono radical de la visión de Keneth Branagh, de lo shakespiriano y oscuro, al humor estrambótico y bobo. El ragnarok, para todos los que nos lo tomábamos en serio, era el Apocalipsis de la mitología nórdica y fue liderado por Odín mismo. Por supuesto que Waititi no respetó nada de esto y entendió que se trataba de una adaptación cinematográfica.

Alberto Chimal, escritor mexicano en una entrevista me comentó que para realizar una adaptación cinematográfica de un cómic el director y escritor debían tener claro las directrices que ambos lenguajes tienen, con esto trataba de decir que el traslado del original al cine puede ser muy distinto y no quiere decir que el resultado, en caso de que no respete su origen, esté mal hecho o que deba ser desacreditado al ser dos formas de comunicación distintas.

“Thor: amor y trueno” junta al personaje de Migthy Thor (Natalie Portman) y adapta el cómic de Jason Aaron: Carnicero de dioses, de donde sale el villano Gorr (Christian Bale). Thor (Chris Hemsworth) se rehabilitó de la depresión que lo llevó al peso donde se encontraba en la última película de Los Vengadores y se junto con los Guardianes de la Galaxia. Pronto se entera que Gorr está asesinando a dioses menores y que se dirige hacia la eternidad. Por lo que va y le pide ayuda a Zeus (Russel Crowe) para juntar un ejército. El dios del trueno es banal y desinteresado por los intereses humanos por lo que le niega la ayuda. Así que irá tras el carnicero de dioses con su implacable equipo.

Sí, sí tiene una historia. Este balance que consigue Taika que no tuvo en Ragnarok es muy bueno, donde también logró amalgamar perfectamente una visión oscura del villano Gorr con el humor desenfadado del cual dotó a Thor desde Ragnarok. Podemos decir que Waititi es un autor de cine interesante porque su estilo visual y humor, tiene la característica de adaptarse a lo que Marvel quiere hacer la mayor parte de sus películas: ser chistoso.

El director sabe introducir perfectamente el delineado de los personajes de los cuales perdimos pista hace varios años para ponernos en el contexto de su regreso, pero también situación personal y emocional actual. Sí, me refiero a Jane Foster… esto sirve perfecto para aquellos que no han visto ninguna de las anteriores. Esto para mí es tener respeto por todo los tipos de audiencia que va a ver su película.

Ahora bien, el villano. Gorr es un personaje que tiene un arco bastante genérico; me refiero a que es predecible, por lo menos más que el de Hela (Cate Blanchet) y también mucho más desarrollado. Es aquí donde me fijé que Taika había aprendido de sus errores y nos describe las motivaciones de un malo con un poco más de desarrollo que solamente el de una hija vengativa que regresaba como berrinche a destruir todo. Gorr tiene un rencor palpable que lo está llevando a hacer lo que hace, incluso en contra de sí mismo. Dicho sea de paso, Christian Bale lo hace extraordinario como villano: da miedo, impone y sí se siente como una amenaza real contra la que se nota será una vileza cruenta y resentida. Los motivos de este villano son bastante fuertes y eso es muuuuy bueno.

Cómo lo comenté en un inicio, Taika no se toma en serio nada y si vas a ir al cine a ver una fiel adaptación del Carnicero de dioses como historia cruda y oscura, pues, vas a salir bastante decepcionado. Sin embargo, si esperas divertirte y ver una aventura más de Thor; la vas a disfrutar demasiado.

Al final “Thor: amor y trueno” logra un balance bastante bueno entre la forma y el fondo. Taika no deja de lado ambos, pero tampoco abandona su humor tan característico que lo hace ser un director autoral con un estilo específico que le queda como traje a la medida a Marvel.

¡Ya en cines!

Luis Toriz

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90 días para el 2 de julio es minimalismo cinematográfico con una complejidad emocional, enorme

El término de un ciclo emocional ya sea tan corto o largo como haya sido, siempre duele. Es cierto que a veces nos enamoramos de una persona, de lo que nos transmite en los momentos que la vemos. También es verdad que la compañía se vuelve necesaria en algún punto de esa pequeña historia. Pero es certero que la historia de dos personas no puede tener solo un participante, sino sería un monólogo.

90 días para el 2 de julio no es la idílica historia de amor que muchas películas nos hacen creer. No. Es todo menos eso. Es la idea que nos creamos sobre alguien por solo pequeños instantes que pasamos juntos. Es la ausencia que nos marca, no por la herida en sí, sino por la persona per se.

La mayoría de las veces que salimos con alguien entendemos que es una participación mutua en todo aspecto, aunque después la realidad te golpea un poco con la verdad, a veces esa relación que idealizas es solo un reflejo de tú propia soledad y terminas siendo tu el único participante.

Rafael García logra construir una ficción basada en hechos reales… porque así es la vida y el cine. Con muy pocos elementos nos cuenta una historia sumamente emotiva, minimalista pero también muy efectiva. El personaje principal tiene tanta fuerza que las situaciones nunca son aburridas o intranscendentes al traspasar al terreno de lo personal, emocional, al
mismo tiempo de lo traumático de las relaciones afectivas.

Luis (Armando Espitia) es un joven de veinte años que debe permanecer encerrado en un departamento tres meses hasta el 2 de julio porque se encuentra envuelto en una relación con Andrés, un hombre comprometido y candidato a presidente municipal por un partido conservador. Luis debe estar desconectado y alejado de todo para que no sea expuesto a la cantidad de información, pero tampoco al engaño emocional encubierto al que, por un hombre ejemplar, es sometido.

El personaje de Luis resume en muchos sentidos lo nocivo que pueden ser las relaciones sentimentales. Un juego del poder que toma lugar entre dos personas cuando se asumen roles y papeles para que la maquinaria de la relación funcione a la perfección. Andrés engloba el sometimiento emocional, el que ejerce el poder, pero no con la fuerza bruta, sino con la coerción emocional y eso es aún más violento que un golpe a puño cerrado.

La película tiene la destreza de delinear a dos personajes: uno desde los planos expresivos y medios, pero a otro desde la ausencia total del plano. El espectador solo es capaz de ver la destrucción de uno hacia el otro por medio de ver los restos de Luis regados por un solo set de filmación.

90 días para el 2 de julio no es una película físicamente violenta, pero sí emocionalmente reveladora. Muestra esa cara de las relaciones que pocas veces vemos y de la que casi nunca nos percatamos hasta mucho tiempo después. Con un montaje sencillo, desenfadado, Rafael construye un personaje dentro de un torbellino de ilusiones, emociones y transgresiones emocionales. Una película tremendamente ingeniosa y dolorosa.

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Lightyear, el viaje Interestelar más emotivo

Seguimos con el viaje nostálgico con muchas películas y aunque pensábamos que Toy Story con su universo ha inacabado, pues no. En 1995 comenzamos un viaje con Woody y Buzz y los terminamos en 2019 con Toy Story 4 y conocemos el final.

Lightyear, es una especie de spinnoff de Toy Story de John Lasseter y nos muestra las imágenes que ocasionó que Andy se emocionara tanto con el personaje de Buzz, personaje principal de esa película. Lo que vemos en el cine es precisamente esa historia que vio ese niño en 1995… de alguna manera todos somos Andy; en ese momento y desde ahí ya comienzas a conectar con la película.

Lo que tiene Lightyear que cautiva a su espectador es una nostalgia mencionada, pero no abusa de ella; sino que logra crear la propia con el personaje de Buzz y algunos nuevos que aparecen como un verdadero comando estelar que tanto oímos mencionar por muchos años. Todo envuelto en una historia que involucra viajes interestelares, la teoría de la relatividad y un fuerte mensaje de amistad y trabajo en equipo.

La verdad no tengo nada que reprocharle a Lightyear, nada absolutamente. Tiene todo lo necesario en su cantidad perfecta para poder conectar con el espectador que ha seguido al personaje durante tanto tiempo y cautivar a las siguientes generaciones. Tiene una mezcla rara entre Interestelar de Christopher Nolan, Gravity de Alfonso Cuarón y el toque de Pixar.

Su discurso sobre aprovechar el presente soltando el pasado para crear un futuro es muy bueno y sabe sustentarlo de forma sorpresiva con giros interesantes que demuestran cómo muchas veces somos nosotros mismos nuestros propios enemigos.

Al mismo tiempo sus ideas acerca del trabajo en equipo y como intentar brillar solo sin saber delegar responsabilidades, pero también confiando en tu propio ego puede arruinarte absolutamente todo ocasionando quedarte solo contigo mismo, pero tampoco acompañado de tu mejor versión. Algo que hace muy bien Lightyear es que logra entablar un discurso amistoso efectivo y nostálgico, sin caer en los excesos, con sus fans pero también con sus hijos por medio de un juego ingenioso que logra crear con el concepto del tiempo y eso lo aplaudo.

Angus MacLane logra escribir una buena historia con base a la ciencia y teorías que todos conocemos pero aterrizadas a un lenguaje muy sencillo que logra ligar perfectamente con las emociones sin sobre explicar demasiado y es ahí donde el juego del tiempo y las nuevas conexiones emocionales con un nuevo espectador entran magistralmente sin notarse forzado en ningún momento.

Ahora bien, el tema que ha alebrestado a mucha gente en el mundo: el beso gay entre una pareja homo parental. Creo que en estos tiempos los niños, adolescentes y demás, en la actualidad han alcanzado a ver cosas peores y sus padres no han estado ahí para explicárselos. Aquí la guía debe venir de los papás para poder dar razón de lo qué pasa y porque, aunque los niños y adolescentes actuales saben más de eso que nosotros. Así que sí, aunque dura un segundo, no más, está presente pero tampoco es para alarmarse, es al inicio de la película y pasa casi desapercibido. Creo que el tema se aborda desde una trinchera muy lateral que no toma protagonismo, por lo tanto, resulta al final irrelevante, aunque también era innecesario.

A fin de cuentas lo bueno pesa más en Lightyear que lo que pudiéramos encontrar mal. La aventura, la amistad, la ciencia, el trabajo en equipo y la lealtad son conceptos bastante fuertes que logran que la película emotiva, brillante, inteligente, pero también, nostálgica.

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Everything, everywhere, all at once… esto sí es un multiverso de la locura

Alguna vez François Truffaut en la introducción para su libro: El cine según Hitchcock, escribió que en la época actual (1974), si de pronto el cine se viera desprovisto de efectos especiales, sonidos o banda sonora y que volviese a ser solo el cinematógrafo que fue entre 1895 y 1930… muchos directores modernos tendrían que cambiar de oficio, pero que también muy pocos serían herederos de una firma visual pura. Aquí colocó a Alfred Hitchcock como uno de los pocos directores de cine que se le considera heredero de una verdadera pureza visual cinematográfica.

Ahora bien, no pretendo decir que el cine de ahora sea mediocre o algo así (no directamente), sino que el séptimo arte se ha vuelto tan dependiente de tantos elementos que envuelven la experiencia que nos olvidamos de lo que realmente es: una experiencia audiovisual básica que resulta en lo emocional.

Los Daniels en el 2016 crearon una de las películas más locas, irreverentes pero también más conmovedoras con Swiss Army man con Daniel Radcliffe y Paul Dano. Una metáfora sobre la valoración de la vida misma desde la propia perspectiva de la muerte literal. ¡Hermosa!

Hoy 2022, esta pareja creativa vuelve a hacer de las suyas con Everything, Everywhere, all at once (2022) y, lo escribo tan seguro que me pueden reclamar que… este sí es un Multiverso de la locura y no patadas creativas sobre un tema tan complejo de la física cuántica.

Evelyn (Michelle Yeoh) es una mujer inmigrante china que con su familia: hija, esposo y padre, que deben enfrentar la vida diaria con un negocio para sobrevivir, por supuesto pagar impuestos pero aparte de todo; sobrellevar los problemas familiares que da la propia existencia. En un hoyo emocional, Evelyn se da cuenta o le dicen que ella es la llave para acabar con un mal que está creciendo no solo en su universo, también en todo el multiverso.

No hay duda alguna en mí que esta es una película que debes descubrir por sí solo. Lo que puedo decir es que ahonda demasiado en situaciones emocionales complejas del ser humano como sus fallas, aciertos y hubieras, que puede marear un poco; todo este viaje emocional lo enmarca con un tema cuántico por las diferentes posibilidades, pero en la que nosotros solo colisiónamos en una, la nuestra; gracias siempre a nuestras Micro decisiones en la vida diaria.

Este multiverso de posibilidades está revestido con guiños a películas, que resultan ser homenajes bien logrados porque también, aunque no son la parte central de la historia del personaje de Evelyn, tienen un arco bien desarrollado y completo. Estos comentarios referenciales resultan ser no solo eso, sino que demuestran que los escritores y directores se dedicaron realmente a explorar las diversas opciones multiversales de su personaje principal… eso es bello por si solo, pero complementan también de forma consistente la parte medular de la historia principal; que aunque ya está cargada con sus problemas propios, debe cargar con las de otros universos.

Todo lo anterior resulta en un caos, como lo sería un rompecabezas sin armar sobre la mesa, pero, con todas las piezas acomodándose para ser visto completado por primera vez. Así, las decisiones del cada día van formando nuestro propio universo, pero también el de los demás. Porque también la película toca temas como la intolerencia, la insatisfacción personal o la decepción por las expectativas tan altas que nos establecemos sobre nosotros mismos o los que nos rodean. Eso que decimos, hacemos hacia otros también los va empujando a tomar decisiones que formará su propio universo… y así.

Everything, Everywhere, all at once es una película que sí es un desborde de imágenes, personajes y versiones de estos que pueden marear al espectador, sin embargo los directores son tan conscientes de esto que logran centrar al personaje principal en su versión más importante con el puro uso de la imagen: hay planos y colores que son de un solo universo, objetos de otro, etcétera. Esto resulta en una maestría puramente visual que no te dicen con algún subtítulo, porque el uso del audiovisual es tan efectivo que no requiere de más efectos que lo acompañen, eso para mí, Truffaut y Hitchcock… es cine en su más pura expresión.

¡YA EN CARTELERA!
Luis Toriz

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Éxodo: La Última Marea

El director, Tim Fehlbaum, se parafrasea nuevamente en una cinta post apocalíptica, con un toque de ciencia ficción espacial. ¿Será ahora la fórmula correcta?

Cuando la Tierra se volvió inhabitable para los humanos, la élite gobernante se asentó en el planeta Kepler 209. Pero su atmósfera vuelve estériles a los nuevos habitantes. Dos generaciones más tarde, un programa determinará si la vida en la tierra es posible nuevamente: se supone que la Misión Ulises II traerá la certeza de conseguirlo. La cápsula espacial se sale de control cuando entra en la atmósfera terrestre, y la astronauta Blake (Nora Arnezeder) es la única que sobrevive al aterrizaje, pero se da cuenta de que no está sola en la Tierra. Entrometiendose en una lucha por la supervivencia, Blake debe tomar decisiones que determinarán el destino de toda la humanidad.

Después del desastre de Fehlbaum en Hell, prueba suerte con esta nueva cinta que emula el pasaje bíblico del Éxodo en un planeta Tierra completamente devastado después de dos generaciones (muy rápido para ser sinceros). En un inicio, la película muestra intenciones destacadas, pero los absurdos de desarrollo narrativo, poca credibilidad del entorno y el guion predecible hacen esta experiencia un filme más carente de vida.

A pesar de ser un filme con varias secuencias de acción, estas son anti climáticas por la floja edición y las actuaciones inertes de Nora Arnezeder e Iain Glen. Independientemente de la incongruencia, el diseño de producción y la dirección de arte son los destacados de este largometraje, luciendo escenarios imponentes y absorbentes, que son desaprovechados en la tímida fotografía, al limitarse con planos cerrados y no aventurarse a unos tiros angulares para presumir sus valores técnicos.

El compositor alemán, Lorenz Dangel, continúa agregando musicalizaciones en cintas de ciencia ficción, sin embargo, su trabajo persiste en su estilo apagado y de acompañamiento dramático. Un resultado olvidable más en su mancuerna con Tim Fehlbaum.

“Éxodo: La Última Marea” es un filme con un mensaje de buenas intenciones que es opacado por su pobre dirección, pobres esfuerzos técnicos y actuaciones desangeladas. 

Marks Caudillo

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Jurassic World: dominion… los dinosaurios toman el control… ¿o el aburrimiento?

¿Alguna vez te haz imaginado lo que pasaría si los dinosaurios tomaran el control de la cadena alimenticia?

Los humanos y los dinosaurios no coincidieron en tiempo y espacio en la tierra. El periodo triásico pertenece a la era mesozoica hace 228 millones de años. Mientras que los humanos llevamos máximo de 200,000 a 300,000 millones de años en la faz de la tierra. Por algo no coincidimos con ellos, sabemos quien es el más fuerte.

Es lógico pensar que la raza humana con toda su inteligencia y tecnología quiera descubrir un periodo del cual es totalmente ajeno, pero no solo eso, que causa una curiosidad y fascinación extraordinaria. El ADN de los dinosaurios es inexplorado y podría significar avances genómicos muy avanzados para la raza humana. ¡No lo sabríamos!

Michael Crichton escribió “Parque Jurásico” en 1990 y de inmediato Universal Pictures compró los derechos para poder realizar una adaptación cinematográfica en 1993 bajo la dirección de Steven Spielberg. La historia se convertiría en una saga duradera, redituable y con altibajos que hasta el día de hoy seguimos padeciendo.

La historia la podemos diseccionar en dos trilogías. Primero Jurassic Park en 1993, luego Lost World en 1997(ambas dirigidas por Steven Spielberg) y Jurassic Park 3 de Joe Johnston y las tres con guiones del mismo Michael Crichton.

Después en el 2015 Jurassic World, bajo la dirección y guion de Colin Trevorrow, la franquicia tuvo una resurrección inesperada con 1.6 billones de dólares y se convirtió en la segunda más taquillera de la franquicia. En el 2018 J.A Bayona toma la batuta direccional con un guion de Colin Trevorrow y la película logra recaudar 1.3 billones de dólares en todo el mundo, aunque no fue del gusto de la crítica y tampoco, al final de todo, del público.

Esta fluctuación de crítica e ingresos en esta segunda trilogía hacía de «Jurassic Park: Dominion«, una de las más esperadas del 2022. Aunque la segunda entrega no nos dejaba del todo satisfechos, Colin Trevorrow regresa al mando para, no sé si reparar lo que se había hecho mal, creo que no; porque Dominion pierde tiempo con un guion absurdo, plano y además poco interesante.

Se supone que los dinosaurios aquí toman el control de la cadena alimenticia y vuelven al ser humano un eslabón más, la capacidad de adaptabilidad de este determinará si es el predominante o no.

El problema con Dominion es que no hace uso efectivo de sus elementos nostálgicos que, de alguna manera, eran su carta fuerte. La historia toma dos caminos: el de Claire (Bryce Dallas Howard) y Owen (Chris Pratt) en busca de Maisie Lockwood (la clon de Charlotte Lockwood). Al mismo tiempo el de Grant (Sam Neil) y Ellie (Laura Dern) junto con Ian Malcolm (Jeff Goldblum) para detener la crisis alimenticia que gracias a las alteraciones genéticas en los alimentos, las langostas terrestres se hicieron más grandes y están causando una falta de semillas y alimentos primarios para la supervivencia del ser humano (esta segunda tesis me parece aún más interesante que la primera).

Una cosa es un hecho, la película quiere abarcar mucho y no desarrolla absolutamente nada y el dominio de los dinosaurios pasó a un segundo plano. Los personajes de la adolescente clon y su madre no nos interesaron antes, pero tampoco los hicieron más interesantes ahora. Nunca se siente el peligro de qué pasaría si los dinosaurios realmente reinaran nuevamente la tierra. Toda la historia está en querer salvar a la niña de esta empresa genómica que la necesita por ser una llave clave en el descubrimiento genético en humanos.

Igual que en otras películas recientes como “Doctor Strange en el multiverso de la locura»de Sam Raimi (2022), alguien quiere a la niña que es clave para lo que sea y salvar al mundo o al universo, etcétera. ¿De verdad no saben otra?

¿Tiene buenas escenas de acción? Sí. ¿Los efectos visuales son buenos? Sí. ¿Hay escenas chistosas? A mí no me causaron nada.

Si me preguntan hoy de que trató Jurassic World: Dominion, pues les diría que no me acuerdo realmente de nada relevante. Es más, no sé si fue entretenida o no porque la historia me perdió desde el minuto 30 y las siguiente tres medías horas me aburrí de forma magistral. Tampoco es que me haya encantado que volvieran los personajes de la primera trilogía. Se notan débiles en su trasfondo, tampoco nos preocupan y lo que ellos estaban tratando de evitar sí resultaba más interesante de desarrollar que rescatar a una adolescente caprichosa que nos hace perder el tiempo para algo que se pudo haber hecho mejor.

Al final Jurassic World: Dominion no termina de dominar la pantalla ni al espectador. Es en muchos momentos excesivamente aburrida, poco interesante; aunque sí con buenas escenas de acción, pero, sin historia todo es olvidable y nada trascendente para ser, según esto: «la épica conclusión al mundo jurásico»

Luis Toriz

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X, slasher de buena manufactura

Siempre hablo de atmósferas como un recurso no solo básico, también primordial para lograr que una película de terror sea verdaderamente efectiva. Si logramos una permear y establecer una intención con todos los elementos y librando clichés, los más que se puedan, tendremos algo efectivo.

El slasher es uno de los géneros más difíciles porque existe una ligera línea entre lo risible y la atmósfera efectiva… por los mismos elementos exagerados y grandilocuentes del subgénero.

Un equipo cinematográfico está por filmar una película porno en algún lugar de Texas. Maxine (Mia Goth) es una chica que quiere ser Estrella de cine y para eso sale con el dueño de un burdel, Wayne (Martin Henderson). Ambos hacen equipo con un fotógrafo y su novia para contratar a una pareja de actores que quieran ser filmados teniendo sexo. La casa que han rentado para filmar esconde un bajo secreto que pronto les hará gritar no solo de placer, también de terror.

«X» de Ti West, es un slasher de gran manufactura con detalles exquisitos que, regularmente, las películas de su mismo estilo no tienen, por eso todas parecen iguales: malas historias y secuencias absurdas con pésima fotografía. Para comenzar da una textura que dan las películas viejas, desgastadas e incluso con un filtro cálido de recuerda mucho y da homenaje a «La masacre de Texas” de Tobe Hooper.

Un buen slasher también debe de contener un homenaje a algún ejemplar de su estilo visual y género. Debe ser hecho de forma inteligente y efectiva sin copiar, pero sí rememorar lo que quiere homenajear, de lo contrario lucirá como una copia más hecha mucho más cercana al plagio.

Ti West, desde «The house of the devil», dio a notar su capacidad para poder plantear atmósferas estremecedoras. Aunque la película no es exactamente redonda en su afán de ser terrorífica por completo, sí que logra poner un nudo en el estómago del espectador, aunque no logre cerrar el círculo del todo, pero es efectiva.

Con «X» rememora los mejores momentos que un slasher puede tener: sangre a borbotones, sexo intenso y momentos intrigantes, pero todos están hechos con detalles cinematográficos que muestran su gran destreza para con el subgénero por medio de la cámara y el guion. Me refiero a algunos planos no implementados regularmente en los slasher, sin embargo no se siente pretenciosa ni tampoco sobre manufacturada.

«X» es una película retorcida, sangrienta, angustiante y sorpresiva.

¡YA EN CARTELERA!

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