Syk Pike lleva al espectador a experimentar la necesidad de atención hasta incomodarlo.
Sick Of Myself (Noruega, 2022) Dir. Kristoffer Borgil
Todos deseamos ser notados, anhelamos distinción y atención. El mundo virtual agudizó esta necesidad por medio de las redes sociales, donde si no eres visto o reconocido, no existes. Una personalidad narcisista lleva consigo un alto concepto de la persona en sí misma, y siempre va encontrar la oportunidad para hablar de ella, incluso si llega a cruzar el límite de la cordura.
Enferma de Mí (Syk Pike, 2022) muestra la exacerbación de una sociedad que se nutre de likes y reconocimiento virtual. Signe y Thomas son una pareja poco saludable. Su necesidad por competir entre ellos y recibir más atención dentro de la élite cultural y social de Oslo los mantiene en una relación insalubre. De pronto Thomas comienza a ascender como artista contemporáneo, creando obras extraídas de mobiliario hurtado, y su creciente fama va molestar a Signe, lo que la motiva a crear un plan desquiciado para reclamar aquella atención que cree merecer.
Sick Of Myself (Noruega, 2022) Dir. Kristoffer Borgil
Para Signe cruzar el límite de la cordura no es impedimento para lograr su objetivo, y se determina a consumir una cantidad ridícula de una droga farmacéutica experimental, lo que le provoca consecuencias físicas, que ponen en riesgo su salud, pero contrario a eso, su psique solo va pensar en buscar una nueva manera para atraer miramiento, principalmente de Thomas.
El director y escritor noruego Kristoffer Borgli presenta una historia poco convencional, donde su protagonista cae en un espiral sin control de autodestrucción, lo cubre en capas de comedia y humor negro, y se proclama así misma como una sátira exagerada de nuestros tiempos.
Mediante la mirada de Signe (una fantástica y creíble Kristine Kujath Thorp), notamos la psicología del personaje, de su claro narcisismo y de esa terquedad de siempre competir con Thomas. Escenarios de esta tóxica relación se sitúan desde algo simple como acaparar la plática en una comida de amigos, hasta fingir una alergia con tal de captar la mirada de otros. Con cada momento, somos testigos de las decisiones enfermas de la protagonista, y gracias a un atinado trabajo de maquillaje, la repulsión se vuelve parte esencial para incomodar al espectador gradualmente.
Sick Of Myself (Noruega, 2022) Dir. Kristoffer Borgil
Alrededor de sus 95 minutos de duración, la ansiedad va en crecimiento, y al momento del clímax y desenlace las mentiras de Signe van a terminar por explotarle en la cara. El mensaje es claro y directo: cada vez más las personas buscan la forma de resaltar de los demás; ya sea a través de un video corto banal, o de la realización de un reto viral exponiendo su integridad y reputación, hoy en día lo que te da 5 segundos de fama en la web, es suficiente para sentir placer y autorrealización absoluta.
Syk Pike puede que exagere en magna medida esta aseveración, sin embargo, si se puede resistir al malestar de las situaciones, logra ser una efectiva e hilarante comedia anti-romántica.
Sobre ruedas, envuelta en humo de porro y al ritmo de Sunday Morning llega a las salas “Blondi”, un roadtrip sencillo y honesto que te conmoverá.
Blondi (2023) Dir. Dolores Fonzi.
“Blondi” está protagonizada, dirigida y coescrita por la talentosa y multifacética Dolores Fonzi, conocida en nuestro país por ser la mente detrás de la serie “Soy tu fan”, adaptación de la serie argentina homónima y también protagonizada por Fonzi; así que, si eres de los que se desvelaba todos los jueves viendo el Canal Once, ya te puedes dar una idea del estilo narrativo que maneja “Blondi”. Cabe destacar que, además de que “Blondi” es uno de esos curiosos casos en donde una misma persona está al frente y detrás de las cámaras, también es la ópera prima de Dolores, lo cual hace de este filme un relato sumamente interesante y personal.
A grandes rasgos, y sin spoilers, este filme nos transporta a la vida de Blondi, una madre joven, soltera y bastante liberal con un gran apego por su único hijo, quien es un talentoso dibujante en los años de adultez temprana. Blondi tiene una hermana opuesta en personalidad; es decir, una conservadora y recatada mujer de familia que, tras una crisis de la mediana edad, decide escapar de su casa sin avisarle a nadie, abandonando así a su esposo y a sus hijos. Será tarea de Blondi emprender un viaje en auto acompañada de su hijo para hacer regresar a su hermana fugada. Sin embargo, lo que pareciera ser una simple operación de rescate se volverá una coyuntura en la vida de Blondi, ya que se verá forzada a replantear la relación con su hermana y con su hijo.
Pese a ser una comedia, “Blondi” es una película de corte tan personal que termina por transmitirnos mucho sobre la perspectiva de la directora en temas tan íntimos como la maternidad, la soledad, la sororidad y las edades de la vida. Si bien es cierto que se trata de una historia rosa, sencilla y llena de clichés narrativos (tanto en guion como en lenguaje cinematográfico), esta película es muy honesta, entretenida y está muy bien lograda. “Blondi” no pretende ni aspira a ser profunda, lo cual, lejos de demeritarla, es algo que se agradece… ¿cuántas veces no hemos visto a un director fracasar por aspirar a la profundidad en un tema que no entiende (y que cree que entiende)? Después de haber sido testigos de roadtrips tan mediocres y pretenciosos como “Y tu mamá también”, lo que podemos encontrar en “Blondi” no es más que una encantadora sencillez.
Blondi (2023) Dir. Dolores Fonzi.
Solo hay dos cosas que se le pueden reprochar a esta película. La primera es que invierte demasiado tiempo planteando la situación e introduciendo a los personajes. Para cuando comienza el viaje de Blondi, la película ya va bastante avanzada. No obstante, en suma, este desliz del guion no tiene un impacto tan negativo en la paciencia del espectador, ya que la película es de ritmo rápido y bastante ligera. La segunda es un poco más relevante, y tiene que ver con la verosimilitud de la historia. La relación entre Blondi y su hijo es tan cordial, liberal y amistosa que se siente ficticia. Blodie es una madre sin ningún tipo de criterio para poner límites, y aun así educó un hijo tranquilo con un comportamiento relativamente aceptable. Además, se nos retrata a Blondi como una fumadora empedernida de marihuana, sin que esto tenga impacto en sus relaciones familiares, sociales o laborales. Tal vez a Fonzi le hizo falta convivir un poco más con adolescentes, con madres de adolescentes y con consumidores de marihuana antes de escribir el guion. Pero, bueno… ¡es una comedia!
Un bonus que tiene esta película es su banda sonora. Si eres fanático del rock clásico, encontrarás muy afortunadas las intervenciones de Velvet Underground en momentos clave de la historia. El buen uso de los recursos sonoros en este filme nos hace sentir que Blondi es una verdadera diva del rock transportada a la actualidad desde la década de los 60’s.
En resumen, “Blondi” es una película bien hecha y filmada con el corazón. Es encantadora sin llegar a ser excepcional. Si se quiere ver así, es una de esas historias hechas para divertirse, conmoverse y pasar un buen rato en el cine, pero sin sentir que tu inteligencia está siendo insultada. Lo que sí es excepcional en “Blondi”, y no puedo omitir mencionar, es la actuación de Dolores Fonzi; se siente a Dolores muy natural y cómoda con este personaje.
Sin duda Blondie es una película que te recomiendo ver. Ya está disponible en cines y próximamente estará en la plataforma de streaming de Amazon.
DOS ESTACIONES | Juan Pablo González | México – Francia – Estados Unidos | 2022 | 99 min.
Representando a México en la 73 Muestra Internacional, se proyectará, del 30 de marzo al 4 de abril, en la Cineteca Nacional, la película Dos Estaciones, del director Juan Pablo González. Dos Estaciones es el primer largometraje de ficción de este director, y ha sido galardonado en los festivales de cine de Sundance y el de Morelia.
Esta película nos introduce al mundo de María García, una mujer mexicana de edad adulta que ha heredado y dirige, por sí misma, una fábrica mediana de Tequila en los altos de Jalisco. Durante el metraje, veremos cómo María encuentra grandes dificultades para mantener a flote el legado familiar. A pesar de la ayuda de Rafaela, una mujer joven y entusiasta que se integra a su equipo y se vuelve su mano derecha, María irá presenciando cómo su tequilera va decayendo a causa de inmisericordes desastres naturales y la competencia desigual con empresas extranjeras. Al final, todo esto la orillará a tener que tomar una decisión: persistir en una misión perdida o vender su fábrica a aquellos que considera invasores.
DOS ESTACIONES | Juan Pablo González | México – Francia – Estados Unidos | 2022 | 99 min.
El estilo de narración en Dos Estaciones se llega a sentir, por momentos, de corte documental; lo cual no es necesariamente un desacierto, pero sí nos habla del género en el que se siente más cómodo y en el que se ha desenvuelto más el director. Esta película es de ritmo lento, por lo que puede llegar a parecerle monótona a algunos espectadores, sin embargo, una de sus grandes virtudes son los recursos visuales con los que construye las atmósferas. Los planos panorámicos de los altos de Jalisco, y sus cultivos de agave, son hermosos. Además, la forma en la que la cámara va siguiendo a María, en sus constantes deambulaciones, usando planos de tipo over shoulder, se siente muy bien lograda. También es destacable la forma elegante y sutil en la que se sugieren situaciones de tensión sexual entre los personajes.
DOS ESTACIONES | Juan Pablo González | México – Francia – Estados Unidos | 2022 | 99 min.
En cuanto a guion, considero que Dos Estaciones es una película que no termina de definir su tema principal. La historia pretende centrarse en la lucha de María por aferrarse al legado familiar; sin embargo, se desvía constantemente al drama personal de María: su soledad y su ambigua relación con Rafaela. La construcción del personaje de María es tal vez lo más destacable del guion; María personifica aquello que no es convencional: desempeña roles tradicionalmente masculinos, no es hegemónicamente bella y se nos sugiere que es una persona sexo-disidente. Por ello, el personaje de María funciona para sostener una premisa muy relevante en la actualidad: nuestra sociedad es hostil con todo aquello que es diferente, y lo destruye.
En general, Dos Estaciones es una película que vale la pena ver, sin ser destacable, y nos sugiere potencial de crecimiento de su director.
El pasado martes 21 de marzo comenzó la primavera, y trajo consigo una muy agradable noticia: la Cineteca Nacional está lista para arrancar con la 73-ava edición de su famosa Muestra Internacional de Cine. En conferencia de prensa, el director general de la Cineteca, Alejandro Pelayo Rangel, y el director de difusión y programación, Nelson Carro, presentaron la lista de películas que se proyectarán, del 30 de marzo al 14 de abril, como parte de la muestra.
La Muestra Internacional de Cine se realiza, regularmente, dos veces al año, en la Cineteca Nacional, desde 1971, y su misión es difundir lo más destacado del cine de actualidad a nivel internacional. Nelson Pelayo destacó que, para la selección de este año, los filmes abordan los temas de la guerra y la migración.
En total se proyectarán 14 películas, que han sido estrenadas desde 2020 hasta 2022; a excepción de La doble vida de Verónica, de Krzysztof Kieslowski, estrenada en 1991, y que sin duda es una de las mayores obras del cine internacional (¡no se la pueden perder!). También se destaca en la programación la proyección de Laila en Haifa, del director Israelí Amos Gitai, recientemente homenajeado y galardonado por la Cineteca Nacional. Representando a México, se proyectará Dos estaciones, primera película de ficción del director Juan Pablo González. La lista completa de las películas seleccionadas para esta edición de la muestra es la siguiente:
Una película sobre la vida (Feature Film About Life), Dir.: Dovile Sarutyte, Lituania- Estados Unidos, 2021, Dur.: 100 mins.
Vicenta B, Dir.: Carlos Lechuga, Cuba-Francia-Estados Unidos-Colombia-Noruega, 2022, Dur.: 77 mins
Los horarios de proyección y las respectivas sinopsis se pueden consultar en la página web de la Cineteca Nacional. Para aquellos interesados en toda la muestra, se puede adquirir un abono, a precio especial, directamente en la taquilla.
El pasado martes 14 de marzo, en la Plaza Oasis Coyoacán (CDMX) tuvo a bien (o no) presentarse la más reciente entrega de Luis Estrada: ¡Que viva México! La lluvia, que se desató de manera imprevista, no desanimó a nadie; desde las 3 de la tarde, un considerable número de reporteros se amontonaban alrededor de la alfombra roja, decididos de obtener la nota, y arrancarle unas cuantas palabras a Poncho (Herrera), Ana (de la Reguera), Damián (Alcázar), Joaquín (Cosío), y, por supuesto, al aclamado Luis Estrada. Y, ¿cómo no?, si en los últimos años, Luis se ha consagrado como un símbolo de la crítica a la clase política mexicana desde la trinchera del séptimo arte. A Luis puede reconocérsele (honor a quien honor merece) el haber sido uno de los escasos cineastas mexicanos con la valentía de rodar ingeniosas sátiras que retratan, de pies a cabeza, los peores vicios del ejercicio del poder en México. Con títulos como La Ley de Herodes, El infierno y La Dictadura Perfecta, Luis Estrada ha logrado cuestionar e incomodar tanto al Priismo como al Panismo. Y es así, con esos antecedentes, que el director se planteó una nueva cruzada: criticar al poder en turno. Esta nueva aventura se antoja, por lo menos, compleja, ya que, sin caer en el proselitismo político, y adhiriéndome a los análisis políticos más objetivos, es innegable que este gobierno es, en muchas cosas, distinto a los anteriores, nos guste o no, para bien o para mal. Luego, surge una pregunta natural: ¿está Luis Estrada a la altura de las necesidades de esta nueva realidad política? En la modesta opinión de este cinéfilo, la respuesta es: no.
«El fallo se encuentra, justamente, en no lograr lo que ha caracterizado a Luis durante toda su carrera: la adecuada construcción de una ficción que refleje nuestra realidad política»
En términos estrictamente cinematográficos, ¡Que viva México! es un filme que cumple, holgadamente, con los estándares mínimos de calidad. Es decir, el trabajo de cinematografía, arte, sonido, montaje, etc., es, si no destacable, al menos bastante bien cuidado. La película está salpimentada con referencias visuales muy afortunadas a otros filmes de culto, por ejemplo, París, Texas o El Lugar Sin Límites, lo cual la hace muy agradable al ojo en momentos clave. La plantilla de actores, y la dirección de estos es, sin duda, una de las mayores virtudes de esta película; entre los más destacables están, por supuesto, los papeles protagonizados por Damián y Joaquín. Pero, entonces, dados todos los ingredientes necesarios para hornear una película memorable, ¿qué es lo que falla en esta producción? En mi opinión, el fallo se encuentra, justamente, en no lograr lo que ha caracterizado a Luis durante toda su carrera: la adecuada construcción de una ficción que refleje nuestra realidad política.
Foto: Pablo Bastida. Oculus Todo El Cine
Quienes conocen el trabajo de Luis Estrada saben que su estilo es muy peculiar: a través de la construcción de microhistorias y personajes arquetípicos, establece narrativas que pretenden imitar, en pequeño, la realidad política del país. El problema es que, en esta producción, la ficción que se construye poco tiene que ver con la vida política y, más bien, parece una comedia banalizada sobre las clases populares del México menos urbanizado. Baste decir que la primera referencia (entre las muy contadas) que se hace al presidente Andrés Manuel López Obrador sucede hasta muy entrada la película, aproximadamente después de hora y media de metraje. Antes de esta aparición, el eje que domina el ritmo de la película es la de ridiculización de la pobreza; “los pobres son sucios”, “los pobres son promiscuos”, “los pobres son perezosos”, “los pobres no son solidarios”, “los pobres quieren dádivas”, “los pobres van a llevarte a la ruina”, y un largo etcétera, son subtextos que se pueden leer repetidamente, todo con un objetivo propagandístico bastante claro: convencer al espectador de que ese “pueblo bueno”, del que tanto habla Andrés Manuel, de hecho no es tan bueno, y por tanto, debemos desconfiar de la democracia y de los programas sociales. Y sí, debe reconocerse que, también, se hacen algunas burlas a los estereotipos que corresponden a las clases medias, pero se sienten inocentes, tibias y muy condescendientes.
En esta película se confronta la meritocracia con la pobreza, lo cual, por sí mismo, sería un terreno muy fértil para desarrollar una sátira. El problema es que Luis se adhiere a una visión de la realidad social completamente alterada. Defiende el mérito, antagoniza la pobreza, y banaliza la polarización tan preocupante que se vive en el México actual. ¡Que viva México! se conforma con retratar a las clases populares como resentidas y vengativas con los (¡pobrecitos!) fifís, y esto se consolida y se resume muy bien en una frase, dicha por el patriarca, que bien podría representar toda la película: “tu fracaso es nuestra felicidad”. No voy a negar, a pesar de todo, que algunas cosas de las que se mofa este filme son, en términos muy superficiales, “ciertas” (lo sé de primera fuente, al pertenecer a las clases populares); sin embargo, lo que Luis no termina de entender es el imperativo ético de utilizar la sátira de forma responsable, para incomodar al poder y cuestionar el privilegio, y no para invisibilizar la precariedad, y volver el blanco de las burlas a un sector que, históricamente, ya ha sido muy agraviado. Dicho esto, estoy convencido de que esta película, tal como fue planteada, era completamente innecesaria.
Foto: Pablo Bastida. Oculus Todo El Cine
Creo muy relevante aclararle al lector que, con todo esto, no pretendo hacer una defensa del Obradorismo. La cuarta transformación, como es llamada, tiene tantos errores como aciertos, y criticarla libremente no solo es un indicador de salud política, sino una actividad ineludible. El problema es que Luis Estrada no toca, ni por encima, los temas más relevantes y polémicos de la actual administración. Prefiere encasillarse en una lucha ficticia entre nacos y fifís que, además de ser profundamente clasista, y enervar la polarización, ni siquiera es de un humor ingenioso. A ratos, hasta nos recuerda filmes tan poco afortunados como Mirreyes vs Godínez, y llega a caer en la tentación de recurrir a chistes escatológicos, que son los más trillados y fáciles de todos. Ya ni decir que es un película innecesariamente larga.
Pero todo esto no debería de extrañarnos, es un resultado natural cuando se retrata sin pudor ni autocensura una realidad que no se conoce. Al igual que Michel Franco, o incluso Octavio Paz, Luis Estrada nos quiere hablar de un grupo social al cual no pertenece, y cuyas problemáticas observa desde el pedestal del privilegio. Yo creo que esta entrega nos indica que el estilo de Luis Estrada envejeció muy mal, no está a la altura de la modernidad, y nos deja una gran lección: el cine tiene que empezar a democratizarse; es decir, tiene que dejar de ser acaparado por los mismos sectores de siempre, y darle lugar a visiones diversas, auténticas, y sobre todo, con conciencia de clase.
¡Que Viva México! se estrena este 23 de marzo exclusivamente en cines.
Es un tiempo extraño para el cine al encontrarse en un momento interesante en el que su contenido, me refiero al que la más reciente película de Scream nos hablaba: precuelas, recuelas y remakes, etcétera… hace referencia. Donde ahora con las películas y su universo se puede hacer lo que sea; ya sea expandir una idea, explicarla o contextualizarla. Pasó con Halloween (2018) de David Gordon Green: donde llevó a una ópera prima independiente de terror súper exitosa y emblemática como lo fue Halloween (1978) de John Carpenter a ser una nueva saga digna de los fans, pero también de los nuevos espectadores que por referencia verán lo hecho por Carpenter en su momento.
De este “tiempo raro” en el que escribo que se encuentra el cine, hemos sacado cosas muy malas que no enumeraré ahora, pero también algunas producciones sorprendentes que nos han callado la boca. Una de estas es “Prey” de Dan Trachtenberg que nos sorprendió con una espléndida “10 Cloverfield lane” como ópera prima y ahora con una segunda película logra no solo revivir una saga de ciencia ficción y acción, pues… con un solo “one hit wonder” con Arnold Schwarzenegger que, a venido desde entonces a peor pero que tampoco el estudio ha querido dejar morir porque la tesis principal de su historia no deja de ser interesante.
Depredador yo lo conocí por “Alien contra depredador” en el 2004 y está lucha milenaria de extraterrestres por el dominio en la tierra me atrae demasiado, sin embargo, admitámoslo… lo logrado por Arnold en 1987 es novedoso para el tiempo y ha sabido encontrar su lugar como película de culto, aún así no es buena película.
“Prey” toma esta premisa original y la traslada a época de los nativos norteamericanos para contarnos una precuela efectiva, novedosa pero sobre todo interesante. Aún así la historia es más simple que el café soluble: Naru (Amber Midthunder) es una joven comanche que busca su lugar dentro de l tribu en la que su hermano es el jefe de guerra. No acepta su papel de mujer hogareña que deba de desarrollarse como tal, sino que quiere sobresalir como guerrera y protectora. Así se encuentra durante estos recorridos con un depredador, el más grande que su experiencia como cazadora haya conocido.
Con “Prey” Dan Trachtenberg logró lo impensable con una saga venida a menos: refinarla y hacerla interesante. El director proporcionó un estilo, una visión… lo mejor de todo, ¡una firma autoral! Ya desde colocarla en los tiempos de los nativos norteamericanos hasta hacer dos versiones en inglés y otra en dialecto comanche. Empezando con ese gran detalle nos encontramos con una producción mucho mayor que la de 1987.
No se diga la impecable dirección de cámaras que resulta impresionante para este género. Dan sabe dónde, cómo y porque la cámara tiene que estar ahí, pero no solo eso, sabe perfectamente que es lo que le va causar ansiedad al espectador. Deja muy en claro que estamos ante una criatura amenazante y que por supuesto que en caso de venir más a la tierra, ellos serían la cabeza de la cadena alimenticia. Ya desde ahí el director y también con escritor nos deja muy en claro porque debemos temerle.
Ahora bien, las actuaciones tanto de Amber como la del perro Nassi, son extraordinarias. Tenía mucho que no veía un perro tan bien entrenado para las producciones de cine que fuera ocupado para escenas que realmente transmitieran eso a lo que llamamos: “el mejor amigo del hombre”. ¡Formidable!
Algo que no me gustó fue que tuvimos que verla en una pantalla chica. Este formato le quedó muy pequeño para lo grande que es esta película en todo sentido: histórica y visualmente es un despliegue de cosas que el género, así mismo la saga, deben de tomar.
“Prey” se convierte en una de esas películas que nos sorprenden con una calidad que excede por mucho a su formato destino para desearle verle en algo aún mucho más grande: el cine y en una pantalla IMAX.
El término de un ciclo emocional ya sea tan corto o largo como haya sido, siempre duele. Es cierto que a veces nos enamoramos de una persona, de lo que nos transmite en los momentos que la vemos. También es verdad que la compañía se vuelve necesaria en algún punto de esa pequeña historia. Pero es certero que la historia de dos personas no puede tener solo un participante, sino sería un monólogo.
90 días para el 2 de julio no es la idílica historia de amor que muchas películas nos hacen creer. No. Es todo menos eso. Es la idea que nos creamos sobre alguien por solo pequeños instantes que pasamos juntos. Es la ausencia que nos marca, no por la herida en sí, sino por la persona per se.
La mayoría de las veces que salimos con alguien entendemos que es una participación mutua en todo aspecto, aunque después la realidad te golpea un poco con la verdad, a veces esa relación que idealizas es solo un reflejo de tú propia soledad y terminas siendo tu el único participante.
Rafael García logra construir una ficción basada en hechos reales… porque así es la vida y el cine. Con muy pocos elementos nos cuenta una historia sumamente emotiva, minimalista pero también muy efectiva. El personaje principal tiene tanta fuerza que las situaciones nunca son aburridas o intranscendentes al traspasar al terreno de lo personal, emocional, al mismo tiempo de lo traumático de las relaciones afectivas.
Luis (Armando Espitia) es un joven de veinte años que debe permanecer encerrado en un departamento tres meses hasta el 2 de julio porque se encuentra envuelto en una relación con Andrés, un hombre comprometido y candidato a presidente municipal por un partido conservador. Luis debe estar desconectado y alejado de todo para que no sea expuesto a la cantidad de información, pero tampoco al engaño emocional encubierto al que, por un hombre ejemplar, es sometido.
El personaje de Luis resume en muchos sentidos lo nocivo que pueden ser las relaciones sentimentales. Un juego del poder que toma lugar entre dos personas cuando se asumen roles y papeles para que la maquinaria de la relación funcione a la perfección. Andrés engloba el sometimiento emocional, el que ejerce el poder, pero no con la fuerza bruta, sino con la coerción emocional y eso es aún más violento que un golpe a puño cerrado.
La película tiene la destreza de delinear a dos personajes: uno desde los planos expresivos y medios, pero a otro desde la ausencia total del plano. El espectador solo es capaz de ver la destrucción de uno hacia el otro por medio de ver los restos de Luis regados por un solo set de filmación.
90 días para el 2 de julio no es una película físicamente violenta, pero sí emocionalmente reveladora. Muestra esa cara de las relaciones que pocas veces vemos y de la que casi nunca nos percatamos hasta mucho tiempo después. Con un montaje sencillo, desenfadado, Rafael construye un personaje dentro de un torbellino de ilusiones, emociones y transgresiones emocionales. Una película tremendamente ingeniosa y dolorosa.
Es simplista poder pensar que la nueva trilogía del Wizarding World, el universo que antecede lo que vimos en Harry Potter, es solamente una sola historia, es más compleja que un joven atormentado por el abandono o una historia de amor.
Lo que me queda claro es que tanto “Animales fantásticos y donde encontrarlos” y “Los crímenes de Grindewald” no sabían qué rumbo tendrían. El personaje que habían planteado con Credence, que creíamos sería el central, incluyendo uno de los sucios secretos de la familia Dumbledore, aunque tenía personalidad, no tenía rumbo. El romance Tina/Newt, la verdad es que sin personalidad, sin química y si estaban o no junto pues daba igual. El camino que había tomado Queenie al final de la segunda entrega fue absurdo y digamos que el inicio en estas dos primeras partes era ambiguo.
Con “Los secretos de Dumbledore” la historia comienza a tomar una personalidad, aún no tiene el rumbo que debería. Esta tercera parte se encarga de cerrar los hilos que las otras dos habían creado fallidamente. Aquí todo se enfoca en la imposibilidad que Albus tiene para matar a Gellert. Aunque debo aceptar que Newt Scamander no es mi personaje favorito, aquí es el conducto de Dumbledore para derribar el plan de Grindewald para dividir al mundo mágico.
La subtrama sobre las ideologías totalitarias y las políticas divisoras es interesante y aunque es apenas una ligera exploración, creo que es un gran reflejo de la sociedad tan dividida en la que nos hemos convertido. Pienso que si la historia se comienza a ir más por ese lado puede que sea un camino correcto.
Recordemos que estas historias, desde la segunda parte, son historias mucho más adultas. No están enfocadas en los niños y aunque sí tienen elementos que la podrían llevar por ese lado, todo eso ha sido disminuido en beneficio del desarrollo más político de los personajes principales; que es aquí donde falla tremendamente “Los secretos de Dumbledore”.
El guion de Steve Kloves se toma el tiempo de cerrar historias y arcos dramáticos, eso lo arrastra toda la película; al mismo tiempo da la sensación de que quiere abarcar mucho, pero no hay de otra, se deben de concluir y arreglar lo que los guiones de Rowling, sin Kloves; hicieron.
Ahora, muchos dicen que no hay secretos de Dumbledore y que el título es un mero bait para atraer al espectador, sin embargo, no es así. Recordemos el libro que escribe Rita Skeeter en la saga de “Harry Potter”, según este libro habla sobre qué Dumbledore mató a su hermana a propósito y aquí lo aclaran. Me refiero a que ahondan en la problemática familiar de Albus y su hermano Aberfoth, los conflictos que los llevaron al distanciamiento que se veía en HP.
La película en términos generales es lenta porque se toma el tiempo necesario de concluir personajes e historias y trata de abrir los nuevos hilos que serán centrales en las próximas dos entregas. No es mala, pero se sigue sintiendo como una película de transición y, para ser una tercera parte, eso va en detrimento de su arco narrativo.
Los secretos de Dumbledore no sólo son los de Albus, es lo que engloba a toda su familia. Está llena de conflictos familiares, amorosos, política y corrupción… tiene de todo. En lo personal a mí me ha gustado y creo que es la mejor de las tres, porque se ha deshecho de los pesos que la bajaban en su historia y hasta ahora se enfoca en tomar un rumbo fijo.
El año 2015 se hablaba de una película lo bastante terrorífica que no te dejaría dormir. “La bruja”, comenzó a dar de qué hablar y a dividir opiniones. El naturalismo en contraste con lo oscuro de la historia folclórica anglosajona y lo que veíamos en pantalla se yuxtaponía con lo bello de la fotografía de Jarin Blaschke. Paisajes abiertos y tomas amplias en su naturaleza más silvestre y planos cerrados cuando se enmarcaba la más visceral reacción humana en conjunto con la música de Mark Corven, creaban una atmósfera apremiante, claustrofóbica y psicológicamente terrorífica.
Cuatro años después “El faro” (2019) era una apuesta arriesgada de cine de género. Robert Eggers volvía a jugar con las mitologías oscuras y populares para contar un relato poco usual que llevara al espectador a un límite del cual no pudiera regresar en ningún momento. Su puesta en escena era tan atractiva como perturbadora con ese blanco y negro que nos colocaba precisamente ahí, en la Maine de principios del siglo XX con una pareja de guardias de un faro. Ambos huían de algo y se vieron traicionados por sus propios miedos y deseos carnales.
El director volvía a trabajar con su equipo ya conocido de “La bruja”. Mark Corven en la música y Jarin Blashcke en la cinematografía. El trabajo fue arriesgado, sin embargo mantenía una forma autoral importante, acaparante y absorbente, para muchos dañina al espectador.
DE LA AUTORALIDAD A LOS GRANDES ESTUDIOS.
No pasaba de terminar el furor de su película anterior cuando se hablaba ya de su nuevo proyecto: “El hombre del norte”.
Su dupla como guionista con Sjón, escritor de “Lamb” (ganador en Cannes, 2021) de Valdimar Johansson y la fotografía de Jarin Blaschke logran resultados apabullantes. Esta Trinidad director/guionista/ fotógrafo, eran cruciales para lo que Eggers pretendía contar, la historia de venganza más brutal.
Una actualización de la historia de Hamlet por ratos libre y por otros apegada, pero Eggers se decanta por la venganza más silvestre, visceral; desalmada para la sublimación de los miedos y las traiciones por medio también de los rituales paganos vikingos para no dejar de lado su sello y pasión por las creencias espirituales de los personajes que trata de plasmar.
Amleth (Alexander Skarsgård) queda huérfano de padre cuando su propio tío lo asesina. Perseguido y con el duelo en el corazón, huye y jura vengarse de aquellos que le arrebataron a su familia, su derecho al trono y su dignidad como hijo.
Si algo me daba miedo de esta película era que, de alguna manera representaba un cambio interesante para Robert Eggers. En tamaño de producción, reparto, ingreso, expectativas… todo de pronto se volvió más grandilocuente para un realizador que hasta hace poco aún era independiente.
LA VISIÓN DEL AUTOR
Muchas veces pasa que al dar este salto de la independencia creativa a los grandes presupuestos de las productoras más imponentes, en este caso: Universal Pictures; los realizadores pierden demasiado de su esencia con tal de tener una mayor visibilidad y así conseguir aún más credibilidad en cuanto a su visión, proyectos y estilo.
Esta disolución autoral que muchos sufren me quedó claro con un director como Yorgos Lanthimos con “La favorita” (2018); donde vemos una visión manipulada, contenida y atenida al gran estudio, que fue Fox Searchlight. Aunque no deja de tener su visión, con el hecho de que pueda ser vista por las masas y por supuesto, tomada en cuenta por la temporada de premios, tenemos una historia flácida, caricaturizada, pero también una visión de estilo minimizado.
Lo que no le pasa a Robert en “The northman”. En ningún momento vi comprometida su forma y fondo. El realizador con este tercer largometraje logra una poderosa grandilocuencia visual para contar una historia trágica de venganza que para nada es una historia feliz. Combina el folclore islandés nórdico con la obra shakespiriana Hamlet. Esta fusión la hace, obviamente bien llevada a cabo, uno de los trabajos más imponentes e importante de Eggers. Pareciera que el director logró combinar su visión con los objetivos taquilleros del estudio para no perder su firma autoral como director y lograr atraer a las masas.
“The northman” tiene las más bestiales batallas, paisajes nórdicos que te dejan con la boca abierta y una música, donde trabaja con dos compositores nuevos (Sebastián Gainsborough/The handmaid) y (Robin Carolan), que ambos por momentos logran aumentar lo épico de las imágenes y las actuaciones a niveles bestiales con tambores, cuerdas y pianos en sus notas más guturales, que, como sabemos; la venganza viene desde lo más adentro de las entrañas. La música se siente como un clamor por exorcizar los demonios que reclaman la sangre y lo que no pudo ser por un robo de familia, identidad y posición.
“The northman” logra lo que con muy pocos realizadores he visto. Hacer respetar su visión y forma autoral ante los grandes estudios, al mismo tiempo de complacerlos. Aunque el mismo realizador ha dicho que sí, su visión de la historia fue ligeramente cambiada para fines comerciales, defendió siempre la esencia de lo que sus dos filmes anteriores representaban: el sello de un autor de cine Art house horror que ha sabido mezclar el terror y el arte con el fin de llevarlo al cine más comercial posible, pero sin traicionarse a sí mismo, pero tampoco morir en el intento.
Apenas vamos en marzo del 2022 y ya vi dos películas de lo más locas y disparatadas en el cine. Moonfall de Roland Emmerich es pésima por donde le veas, si acaso la salvan los efectos especiales y que conoces de lo que es capaz el director cuando hablar de destruir el mundo se trata.
Otra es Ambulancia de Michael Bay… ¡que locura con este director!
Danny (Jake Gyllenhall) y Will (Yahya Abdul-Mateen II) son dos hermanos que nacieron y vivieron en el crimen organizado de la ciudad de Los Ángeles. Más tarde sus caminos de separaron por cuestiones de principios y moral. Will se convirtió en soldado y fue a pelear la guerra en Afganistán y Danny se dedicó siempre a robar bancos. Hasta que Will se ve empujado a regresar a cometer un último crimen para conseguir 230 mil dlls para combatir el cáncer de su hijo.
Lo que se suponía sería un atraco sencillo se complica solamente por una declaración de amor. No seré agente de spoilers pero sí… no me reclamen a mí, es una película de Michael Bay.
Lo que sí puedo decir es que esta película es para apagar el cerebro y disfrutarla por lo que es: frenética, loca, incoherente y llena de acción. Dos horas con Bay en una sala de cine parece que viviste un año de frenética acción y que saliste ileso; ves tantas cosas, con miles de puntos de vista y posiciones de cámara que abruma.
Si hay algo que siempre me ha gustado de este director es que su lente no tiene límite. No hay cielo, techo, pared o piso que detenga sus planos. Sus picadas y contrapicados; sus planos dentro de los planos y que decir de los abiertos… es una clase de lenguaje cinematográfico, sin embargo todo sirve para dar forma a la acción, no para contar una historia de forma coherente.
Cuando un director hace una toma en contrapicado da una nota de sentimiento dependiendo de los colores que coloca en su decoración en complemento con la música y todo el conjunto. Pero con Bay esta regla se anula, no existe. El director es tan estrambótico en sus intenciones que todo pasa rápido y pasa todo, pero no ves nada.
Sé que suena loco pero, lo vimos con Transformers mil y un veces. Sus películas están atiborradas de efectos, coches, sonidos, rechinados y chispas, aún en un coche detenido, sale fuego, ¿de donde? Solo Michael lo sabe.
Lo que pongo a su favor es que tiene un gran cast: Jake, Abdul y Eiza González. No le pongo pero a ninguno de los tres y me pongo de pie porque protagonizar una película de Michael Bay debe ser la locura. Es un director que requiere mucho de sus actores, tanto física como mentalmente y por un churro de película, donde pasa todo y nada al mismo tiempo.
Ambulancia es una película simple, sin mayores complicaciones, para pasar un buen rato gritando de emoción y estando preocupado por el futuro de los protagonistas. ¡Es lo que es!
Luis Toriz
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