Qué bonitos eran los ochenta y los noventa, y nunca nos dimos cuenta los tesoros cinematográficos que teníamos frente a nuestros ojos. “Volver al futuro”, “Mi pobre angelito”, “Terminator” y la lista podría seguir… Bueno, pues todas las han destruido y desgraciado, bueno, se salva Michael J. Fox, probablemente están esperando que el Parkinson haga lo suyo (LoL). Lo cierto es que muchas de las películas que amamos de estas dos décadas las han deshonrado de una forma que no puedo encontrar las palabras.
Me acuerdo perfectamente estar viendo Mi pobre angelito de Chris Columbus con música del todavía grandioso John Williams y morirme de risa con Jos Pesci quemado desde la cabeza y también ver al inolvidable Daniel Stern electrocutándose con una simple lavadora. Todo era creíble porque los actores que estaban ahí eran excelentes. Jos Pesci era conocidísimo por sus películas de gansters donde era un desalmado y despiadado hombre de la mafia, ¿cómo no se lo íbamos a creer?
Si bien escribo esta reseña es para violar la única encomienda que les digo a todos respecto al criterio cinematográfico: “Nunca les diré que no vean una película porque eso sería frenar el crecimiento de su propio criterio” (me cito a mí mismo). ¡Pues bien, les pido, les ruego que esta reseña sirva para que no se acerquen a ver: “Mi pobre y dulce angelito”.
Para escribir respecto a esta película tuve que fijarme un buen objetivo: no causar ningún tipo de curiosidad hacia esta. Aunque estoy seguro de que muchos se dejarán vencer y darán play en Disney+, por el simple hecho de que la humanidad somos autodestructivas, sin embargo, allá voy.
Max Mercer, es un niño avispado que logra convencer a su mamá de parar y cambiar la ruta del coche regreso a casa sólo porque necesita ir al baño. Su mamá, como es buena en todo lo que hace, se para en una casa de puertas abiertas y lo lleva. Max descubre que los dueños se encuentran ahí y comienza a platicar con Jeff MacKenzie, quien nota que el niño es un poco mal educado y quiere darle un escarmiento negándole una de sus sodas azucaradas. Max, en venganza, se roba un muñeco antiquísimo que vale más de doscientos mil dólares. La pareja en banca rota al darse cuenta de que la antigüedad tiene más valor de lo que ellos esperaban la comienzan a buscar y no la encuentran. La familia MacKenzie comienza una búsqueda desenfrenada por el juguete viejo y acosan a Max que, por accidente, ha sido olvidado por su familia, que no regresarán pronto porque se han ido a Japón.

En la eterna búsqueda de lo original dentro del mismo remake, esto es lo más mediocre, chafa y mal hecho que he visto en muchos años. Y para reducirles el tiempo de lectura al mínimo, les escribiré una lista de porqués para no ver “Mi pobre y dulce angelito”:
1.- Archie Yates, por más gordito y carismático que sea no alcanza para nada el carisma de Macaulay Culkin en la década de los noventa. Nos robó el corazón y las risas en “Jojo Rabbit” pero esta historia no estaba hecha para él y dudo que la historia debiera ser escrita alguna vez.
2.- El par de ladrones que, aquí es un matrimonio en crisis financiera, no funcionan gracias a lo políticamente correcto en lo que el director y los escritores quieren caer a propósito. No quieren ser violentos con el niño de ninguna manera como en las clásicas porque eso podría catalogarse como maltrato físico infantil o psicológico. Así que todo se resume a un par de disculpas al final.
3.- Dan Mazer es el escritor de “Borat”, sí esa película de humor negro e irreverente interpretada por Sacha Baron Cohen. Bueno, pues ¡no tiene nada de graciosa, de cómica y ni siquiera asoma un gramo de carisma!
4.- Ellie Kemper de “The unbreakeable Kelly Smichdt”, no salva la película, de hecho, es de lo peor de esta. SI la vas a ver por ella, lo siento, quedarás desilusionado.
5.- Lo que era gracioso en las anteriores, sin el afán de seguir una estúpida actividad de comparaciones absurdas, no lo es aquí. La familia de Max son mero relleno y jamás hay una dinámica que genere empatía con el niño, como sucedió con Kevin. La situación o el probelma que aquí lleva al niño a perderse y quedarse en la casa es tan falto de creatividad como irse a domir al auto porque se siente abrumado. Otra vez no queriendo causar una situación políticamente incorrecta con el niño.
6.- Pasemos a las cosas graciosas como los ataques de Max a los que intentan meterse a su casa:
7.- Si no leyeron nada en el número 6… exacto, porque no hay absolutamente nada gracioso en ninguna situación.
8.- La idea resulta desde su base e inicio tan hueca que cualquier comedia romántica mexicana en BLIM es mucho mejor opción que esta película, elijan la que sea.
9.- El final es un: “No te queremos espantar, sólo queremos el muñeco que tomaste de nuestra casa, discúlpanos”. Los mojados nunca se hubieran disculpado por espantar al niño, esto es simplemente mediocre y condescendencia al espectador de la manera tonta y estúpida.
10.- Hay un cameo del hermano de Kevin, que ahora es un policia gordo que recibe bromas de su hermano cada año para conmemorar la fecha y eso es el gran vínculo tan débil que la une a nuestras amadas clásicas: Mi pobre angelito 1 y 2.
¡No la vean! ¡Repito: no la vean!

Por Luis Toriz
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