La soledad es una acompañante de doble filo, una que puede ser tu mejor amiga o literalmente llevarte al borde de la locura y el aislamiento social. A veces, subestimamos la fuerza con la que llega y las consecuencias que puede tener tanto en jóvenes como en adultos por igual. Esa sensación es, irónicamente, más palpable en una gran ciudad, donde los miles de habitantes viven ensimismados en sus cosas sin ponerle atención a lo que los rodea, sea objeto, situación o persona.
La ola pandémica del último año empeoró está situación gracias al aislamiento que hemos sufrido como sociedad, evento que ha empeorado el estado físico y mental de muchos individuos en la actualidad. Pareciera que somos incapaces de crear una conexión como era antes sin que resulte desgastante para algunos.
Parte de estas sensaciones se hacen presentes en el nuevo filme del director de Sueño en Otro Idioma, Ernesto Contreras, donde dos personas totalmente opuestas se encuentran en medio de una soledad brutal que ambos de alguna forma viven y que aprenderán a sobrellevar juntos en Cosas Imposibles.

Matilde (Nora Velázquez) es una viuda de 60 años que vive sola en su apartamento con su gato, Fidel. A causa de muchas razones, esta anciana que reside en una vecindad sufre de alucinaciones que la atormentan y no le permiten seguí con su vida. Pero un día, en su solitario andar, se encontrará con el jovencito de 19 años, Miguel (Benny Emmanuel), que no tiene quien se preocupe por él realmente pero que posa la mirada en esta mujer y decide ayudarla.
A partir de este encuentro, la vida de ambos cambia mostrándonos ese vínculo que se crea entre dos personas solas, que sufren por la falta de compañía o verdadero afecto, que han vivido ciertas pérdidas y que encuentran en la soledad común un punto de encuentro para volverse un par de amigos bastante particulares en esta tragicomedia conmovedora.
Estos confines temáticos no son nada extraños en la filmografía de Contreras, una que siempre ha mostrado a su manera las relaciones humanas sin necesidad de tanto artificio. Basta revisar Párpados Azules (2008) con ese viaje entre amigos y la cuestión del idilio de amor o Las Oscuras Primaveras (2014) donde un deseo prohibido entre dos se consuma con sus debidas consecuencias.
Y que decir de Sueño en Otro Idioma (2018), una bella cinta capaz de tratar con temas como la importancia de la comunicación, los desencuentros y un amor mal visto entre los últimos hombres que hablan una lengua que está a punto de morir. En Cosas Imposibles sigue ese paso, tocando tópicos como el maltrato a la mujer, la homosexualidad o la salud mental pero que en esta historia son tratados de una forma más optimista por parte del realizador sin dejar de poner el dedo en problemas que se sienten muy reales o muy presentes.
Esta es una de las riquezas del guion escrito por Fanie Soto, donde pareciera que la construcción de los hechos sucede en un pequeño mundo aparte. Incluso en la cinta hay una frase que le dicen a Matilde, la protagonista que hace alusión a cómo a veces es bueno escapar un poco de la realidad que nos agobia.

La pequeña vecindad pareciera sacada de un mundo burtoniano donde los edificios pintados de morado hacen creer que este pequeño rincón de la ciudad es un sueño, un lugar aparte de la dura realidad que les da refugio, casi un santuario que les da ese asilo a estas almas solitarias para encontrarse y encontrar un poco de esperanza dentro de su oscuridad, algo que contrasta con el interior del hogar de Matilde donde la luz amarillo y azul se hace muy presente, como una sombra de la realidad amarga o la tristeza que la agobia y no la deja ir.
Aunado a ese diseño de arte, también la música funciona no sólo como acompañamiento correcto de esta tragicomedia sino que hay melodías que sirven como una vía de escape para Matilde, unas que al escucharlas la envían a este momento de ensoñación, a este escape de lo que realmente vive y que tiene que enfrentar: el fantasma de un marido maltratador y las consecuencias de sus actos en el pasado.
Pero es en las actuaciones de Nora Velázquez y Benny Emmanuel que la cinta de Contreras encuentra su gran corazón. La química entre estos amigos poco comunes se va desarrollando de buena forma y culmina en una nota extrañamente optimista para lo que es la filmografía del realizador mexicano. Hay escenas entre los dos que resaltan y muestran esa soledad que de repente encuentra luz en una persona extraña bastando sólo un pequeño acto de empatía o interés para cambiar la perspectiva de las cosas.
Además, el guion se aleja de los prejuicios ya que Miguel no es una persona inherentemente mala por lo que hace o debido a lo que se dedica, sino que resulta más humano que otros. Mismo caso con Matilde, que no cae en los clichés de la locura desbordada sino que aquí está muy bien justificado el porqué vive de la forma en que la vemos.
Es así que Ernesto Contreras reafirma su posición como uno de los cineastas mexicanos contemporáneos más interesantes, capaz de encontrar en tiempos de encierro y de manera oportuna un relato que nos pone a reflexionar después de tiempos tan aciagos, de encierro y soledad en que seguimos siendo humanos, en que la empatía jamás se debe perder y sobre todo, en que las amistades pueden encontrarse aún en la peor de las soledades dándonos un rayito de algo llamado esperanza.

Por A.J. Navarro
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