“¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido de un sueño.” Esta interesante cita de Soren Kierkegaard da pie a una reflexión un tanto existencial acerca de la edad, el amor, los sueños y la falibilidad inherente del ser humano ante la vida, misma que da pie a los cuestionamientos más existencialistas de nuestra especie al cuestionarnos el sentido de lo que hacemos en nuestro día a día.
Con esa declaración inicial, el realizador danés Thomas Vinterberg presenta Una Ronda Más, cinta que lo llevó a ganar su primer Óscar como Mejor Película Internacional así como su primera nominación en el rubro de Mejor Director, en donde nos plantea una oda a la vida, los dilemas de la crisis de edad, los sueños rotos y la capacidad de dar un salto de fe para encontrar nuestro camino sin caer en las tentaciones y los excesos que pueden llevar a la naturaleza humana a fallar en su propósito.
La premisa nos presenta a Martin (Mads Mikkelsen), un profesor en los cuarentas cuya rutina es aburrida, monótona, sin emoción, dando la impresión de ser un muerto en vida que no valora su existencia, no percibe la importancia de su labor y poco a poco va creando un abismo en su vida personal. Pero esto cambia a partir de una cena de cumpleaños donde, acompañado de tres buenos amigos que comparten vocación, plantean la teoría de un psiquiatra noruego que plantea la posibilidad de que el ser humano se desempeñe de mejor forma si tiene 0.05% de alcohol en su sangre.

Este simple hecho hará que Martin, en un desesperado intento por recuperar la chispa de su vida, se arriesgue a probar suerte con esta teoría, arrastrando a sus amigos a realizar este experimento que se va transformando conforme pasa el tiempo impactando de diferente forma las vidas de los cuatro profesores, para bien o para mal.
Vinterberg no duda en poner el dedo en la llaga acerca del tema del alcoholismo en su natal Dinamarca. Por el contrario, usa la historia de sus personajes para mostrar los riesgos de este hábito que parece ir aumentando de generación en generación sin dejar de lado las diversas consecuencias o ventajas que tiene el exceso y la moderación sin pecar de moralino en su discurso.
Pero ese tal vez es el punto más obvio en una cinta llena de miradas existencialistas enfocadas en la crisis de Martin y sus amigos, un grupo de adultos bastante maduros que parecen estar perdidos e ir en automático en sus vidas, dejando de lado la experiencia de vivir. Copa tras copa, van reencontrándose consigo mismos, sintiéndose jóvenes de nuevo pero sin medir las consecuencias que eso conlleva.
Trago a trago, la cinta fluye y nos demuestra las diversas caras de la cuestión más básica de todas: aceptar la falibilidad de nuestra existencia, del alma humana y mantenernos vivos, algo que remite también a los textos de Bukowski, aquel artista alcohólico que decía que “el alcohol arrebata lo obvio y, tal vez, si te apartas de lo obvio lo suficiente, puede que tu no te vuelvas obvio en tu vida.”

Vinterberg se apoya en la gran labor de Mads Mikkelsen como Martin, actor con quien se reencuentra después de hacer otra gran cinta un tanto adelantada a su época que hablaba de las falsas acusaciones y las consecuencias de ellas en La Cacería (2013). Ahora, Mikkelsen pasa de ser un tipo agobiado y completamente parco a alguien que poco a poco usa el alcohol para reencontrarse con su vida hasta reconocer los errores y fallos que ha cometido, mismos que nunca se ha tomado el tiempo de admitir o soltar.
Cabe destacar que Vinterberg sufrió la pérdida de su hija, que formaba parte del proyecto de manera directa al tenerse pensado que interpretara a la hija de Martín en la cinta. Su fallecimiento marcó la filmación de una forma inesperada. Era tanta la pasión de Ida por este filme que su padre decidió hacer la película para ella.
Incluso Mikkelsen se pronunció al respecto de ello, afirmando que “siempre fue una película sobre abrazar la vida, pero esta tragedia la convirtió en una película sobre abrazarla en una magnitud que no anticipamos”. Incluso a ese nivel tan personal, Vinterberg logra hacer una oda a la vida, a los pequeños placeres que la misma te otorga en un final tragicómico musicalizado con el exaltante tema de Scarlet Pleasure, What a Life, que contagia las ganas de ver la belleza más allá de la tragedia y las crisis.
Así, Una Ronda Más se convierte en una visión por parte de Vinterberg que trasciende por la profundidad de sus temas, por el existencialismo ligado al alcoholismo pero sobre todo por un mensaje duro pero bello en el que la ilusión de la juventud y la crisis de la mediana edad son parte de la fallida existencia del humano, mismas que, cuando se reconocen, ayudan a dar ese último salto de fe para bebernos la vida copa tras copa, botella tras botella.

Por A.J. Navarro
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