El cine dominicano pareciera intentar combatir el olvido constantemente. Qué mejor forma de hacerlo que rindiendo un homenaje a uno de los más prolíficos artistas que han salido de esta isla del Caribe y que, además, ha servido de inspiración para muchos otros realizadores que sueñan con realizar cine enfrentando todo tipo de adversidades. Este mítico personaje inspirador es Jean-Louis Jorge.
La pareja de cineastas oriundos de República Dominicana, Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, toman la batuta de este homenaje al artista transgresor y exótico muy adelantado a su tiempo en La Fiera y la Fiesta, recordando un poco esos mundos nocturnos que jugaban con la brillante luz de los espectáculos, la ficción y el drama de la mano del personaje de Vera V. (Geraldine Chaplin).
La premisa nos cuenta cómo esta artista de repente se avoca a reunir a todos aquellos que formaban su círculo social en la década de los 70 para rodar una cinta basada en el último guion inconcluso dejado por el realizador Jean-Louis Jorge llena de sus colores, su exotismo y su vena musical. Pero parece que hay algunas fuerzas que amenazan este rodaje, llevando a que Vera busque respuestas en su pasado.

Después de experimentar con los géneros de documental y la ficción, Guzmán y Cárdenas optan por un enorme reto al tratar de captar la visión de Jorge en esta cinta que remite a otros títulos como 8 ½ de Fellini o algunos filmes de Jean Luc Godard donde la realidad y la fantasía parecen mezclarse en uno solo, esta vez para contar la última historia inconclusa de un genio, dotándola de guiños, homenajes y algunas reproducciones de la mítica filmografía de Jorge.
Jean-Louis fue alguien que comenzó haciendo cortos que lo pusieron en la mira del cine internacional. De ahí, su historia lo llevó a Estados Unidos para realizar su primer largometraje, La Serpiente de la Luna de los Piratas, donde, como uno de los viejos amigos del realizador que aparecen en este relato, se enamoró de la brillantina, los colores y toda esa vida nocturna. Su destino posterior sería Francia, donde realizaría Melodrama para finalmente regresar a la tierra que lo vio nacer en el año de 1982.
Es importante saber un poco de esta historia de Jorge para poder apreciar la gran calidad con la que Guzmán y Cárdenas captan en este relato a través de la mirada de Vera y sus viejos compinches del momento, los bellos homenajes a nivel estético y narrativo que perduran en la cinta que la avejentada actriz busca realizar en medio de todos los problemas personales que la aquejan.

Incluso en esta especie de meta ficción se hace alusión a la muerte de Jean-Louis Jorge, quien fue asesinado en su hogar bajo circunstancias que a la fecha no han sido esclarecida y que, en su primer y último proyecto en su país, pareció haber reflejado el momento de su muerte, dotando de un aura de cierto misterio y nostalgia a La Fiera y la Fiesta.
La fotografía de la cinta aporta mucho a las atmósferas que va desarrollando, donde el juego de colores, el exotismo y las escenas de noche así como las de la belleza natural de la República Dominicana resuenan como un reflejo, una especie de fantasma que acecha la producción de esta cinta dentro de la cinta que busca transgredir los límites de la realidad y la ficción.
Ahí también encontramos el vestuario y las dotes fantásticas como de una especie de realismo mágico que rodea la creación de Vera V. y que remite al espíritu de las cintas y el imaginario extravagante, colorido y fantástico de las cintas de Jean-Louis Jorge, mostrando el conocimiento que los realizadores tienen de su obra para poder captarla a su manera.
Es sorprendente también ver al dúo de Geraldine Chaplin con Udo Kier. Chaplin, que colabora por segunda vez con esta pareja de realizadores dominicanos a quienes buscó para hacer Dólares de Arena tras quedar impresionada por su labor en la película Jean Gentil, muestra esta fuerza de ser una última sobreviviente de la memoria fílmica de su querido amigo Jorge, guardando en ella su vida y obra para plasmarla en una gran cinta final que sea digna del legado del mismo. Esto, aunado con los fantasmas de su propio pasado que remiten al abandono, a la familia y a los pesares de ser una estrella que poco a poco ha sido relegada a planos menos importantes.
Le hace compañía el actor Udo Kier quien, con el poco tiempo que tiene en el filme, demuestra su gran capacidad actoral en el rol de Henry, un viejo compañero de profesión que no era del agrado de Jean-Louis y cuya misteriosa presencia parece representar otro elemento de ficción pero también de exigencia, disciplina y un tanto de pedantería.
No cabe duda que, por parte de Laura Amelia Guzmán, este trabajo resulta un proyecto muy personal. Al ser sobrina de Jean-Louis Jorge, a quien conoció personalmente como “Don Jean”. Es así que, mediante esta obra, establece la importancia de su tío no sólo dentro de República Dominicana, sino en el mundo, convirtiéndose en una historia donde la investigación y los hechos se mezclan con un relato fantástico visualmente interesante.
Aunque el guion parece desviarse del desarrollo principal del relato de Vera V. y su enfrentamiento con el pasado que parece alcanzarla en este proyecto tan personal, Guzmán y Cabrera montan en La Fiera y la Fiesta un relato que va más allá de ser un homenaje para transformarse en una especie de memoria cinematográfica que nos recuerda la vida y la muerte de un visionario artista dominicano.

Por A.J. Navarro
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