La alianza entre Marvel y Disney ha resultado jugosamente exitosa para ambos. Después de culminar un ciclo de poco más de 10 años con su Universo Cinemático (o UCM para los cuates), el próximo paso para la conquista del mundo del entretenimiento parecía lógico: era hora de entrarle a las series televisión y así ampliar ese vasto universo que han creado.
Gracias a la plataforma de Disney+, este deseo se hará realidad y este 2021 tan sólo se esperan ya tres series: Falcon y el Soldado del Invierno, Loki y, por supuesto, WandaVision, que, después de los problemas con la pandemia, fue escogida para abrir este abanico de posibilidades televisivas y dar el primer paso hacia la nueva etapa del UCM.

Creada por Matt Shakman, director de esta serie limitada, y Jac Schaeffer, showrunner y guionista de cabecera, el relato nos presenta la vida de Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) y Visión (Paul Bettany) justo después de lo sucedido en Avengers: Endgame donde la pareja de superhéroes aparentemente vive su vida ideal. Pero tal vez no todo sea lo que parece.
Basada en cómics diversos como Vision Quest, House of M o The Vision (este último de Tom King), entre otros, la serie nos ofrece guiños de todos ellos para armar su propia historia donde una de las bases resultó ser el hacer referencia a las sitcoms clásicas, aquellas que vieron nacer el fenómeno de los shows de TV y que se han mantenido hasta la fecha.
Ese formato lo vemos en los primeros tres episodios de WandaVision, donde el homenaje a shows como The Dick Van Dyke Show, Hechizada o The Brady Bunch nos remiten no sólo a la historia de la televisión misma sino a una diferente narrativa, un factor de riesgo que dividió a la audiencia entre las quejas de lo interesante o aburrida que era la serie.
Justo ese inicio obedecía a algo novedoso dentro de lo que habíamos visto en el universo creado por Marvel hasta la fecha, arriesgándose a ir contando esta historia de Wanda y Visión a través de estos peculiares homenajes que estéticamente eran impecables aunque argumentalmente dejaban ciertas dudas en el aire.

Esa esencia del principio se fue diluyendo en un par de episodios donde se rompe esta ilusión de la serie para dar paso a la fórmula marvelita/disneyana clásica que hemos visto ya muchas veces en todos los filmes del UCM. Sin embargo, el show parecía sostener ese desarrollo lento con pequeñas sorpresas al final de sus capítulos, haciendo que el gran fuerte fuera el espectáculo visual que ofrecía.
Aunque el relato se enfoca en los personajes de Wanda y Visión, es en realidad la señorita Maximoff quien lleva el peso en esta miniserie ya que es la manera en la que lidia con su dolor, la pérdida y todo lo que ha sufrido lo que desata lo que ocurre en el show. Si hay alguien que muestra un buen rango actoral durante estos nueve episodios es Olsen, brindando a su personaje lo necesario para, aun con las fallas en la historia, armar un arco creíble para la que finalmente se convertirá en la Bruja Escarlata.

En cuanto a Visión, Bettany lo hace bien y vuelve a jugar un poco con su vena cómica gracias al formato de las sitcoms a las que aluden. Sin embargo, su línea argumental se diluye y va perdiendo fuerza conforme pasa la serie hasta llegar a un punto final que podría ser emotivo pero poco concluyente y hasta innecesario debido a la “resolución” que le dan a su arco, una constante que hace que la serie no funcione del todo por sí misma.
Ese problema sucede también con los personajes secundarios, muchos de los cuales parecen estar ahí solo para ampliar el rango del alcance del UCM en lugar de tener un buen propósito que ayude a la serie, como es el caso de la villana Agatha Harkness (Kathryn Hahn), que cae en los clichés marvelitas de un antagónico mal desarrollado, así como Mónica Rambeau (Teyonah Parris) o el patético tratamiento que le dan a Pietro Maximoff (Evan Peters), siendo este último un mal chiste acerca de erecciones que nos remite a esa pésima decisión que Marvel tomó en Iron Man 3 con el Mandarín. Incluso hay algunos personajes como Darcy (Kat Dennings) y Jimmy Woo (Randall Park) que parecen existir sólo por el fan service sin tener una mayor justificación.

Es ahí donde WandaVision tiene sus puntos más flacos, cuando deja de lado ese tono inventivo de homenaje/sátira a los sitcoms para convertirse en un producto más de los que nos tiene acostumbrados Disney y Marvel. Y es que su tono cumple, ya que la labor en su diseño de producción así como los vestuarios creados por Mayes C. Rubeo son una adecuada reproducción de las épocas distintas en las que se desarrolla, ya sean los 50s, 60s 70s o más, siendo otro de los puntos más destacados de este show.
Pero los pecados en el guion hacen que haya muchos cabos sueltos, algo que como miniserie es imperdonable aunque busquen justificarlo con el pretexto de que estos conflictos o líneas abiertas los resolverán después en su universo expandido. También se cae a veces en una sobreexplicación de las cosas en algunos episodios (especialmente el octavo) para llegar a un final tremendamente atropellado donde todo se soluciona (¿o no?) de una forma muy conveniente, muy al estilo de Disney y Marvel.
Más allá de ello, este primer show de Marvel Studios encuentra a su audiencia en aquellos fans que ya extrañaban su dosis de superhéroes del UCM en la pantalla, ya sea chica o grande, aunque con resultados divididos obteniendo comentarios donde la aman por intentar ser diferente o la odian por ser aburrida. Pero más allá de esos juicios subjetivos, la serie cumple en ser una pieza de un rompecabezas gigante pero no funciona del todo por si misma.
Es así que WandaVision resulta ser un primer experimento televisivo para Marvel y Disney que nos presenta por fin a uno de los más poderosos personajes de su universo, la Bruja Escarlata, con un principio interesante y una propuesta innovadora pero cuya historia no cierra de buena forma esta aventura, sintiéndose el final como algo muy apresurado y poco eficiente donde quedan más preguntas que respuestas.

Por A.J. Navarro
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