Los Intrusos (The Owners, Julius Berg, 2020)
El juego de las apariencias ha jugado un papel interesante en ciertas cintas, sobre todo en el género del suspenso y el terror, donde nada es lo que parece y los giros de tuerca finales pueden llegar a ser sorprendentes o decepcionantes. Cuando esto se combina con el denominado subgénero del ‘home invasion’, el relato puede resultar interesante o caer en los clichés y fórmulas del mismo.
En los últimos años hemos visto un par de cuentas donde las apariencias y la ‘invasión casera’ han dado resultados interesantes. Una fue el regreso de M. Night Shyamalan a la dirección en Los Visitantes (2015), donde un par de nietos visitaban la casa de sus abuelos para darse cuenta de una terrible revelación hacia el final. La otra, del director nacido en Uruguay, Fede Álvarez, es No Respires (2016), donde un aparente asalto a una casa de un anciano se convierte en la peor pesadilla para los jóvenes que intentan hacerlo.

En una extraña mezcla entre estas cintas, llega la propuesta del director Julius Berg, llamada Los Intrusos, en donde un par de amigos, un violento compañero y la novia de uno de estos jóvenes se verán involucrados en una amarga situación de encierro cuando al intentar entrar y robar la casa de un viejo doctor del pueblo descubran que el precio por una caja fuerte puede resultar en un final cruel e inesperado.
Basada en la novela gráfica francés de Hermann e Yves H. titulada Une Nuit de Pleine Lune, Berg toma esta premisa de thriller de terror e intenta explotarla de la mejor manera. Sin embargo, cae en los lugares y situaciones propias de este tipo de cintas al repetir las fórmulas sin ofrecer algo realmente sorprendente u original en la misma.
Aunque la primera media hora de la película puede resultar un tanto frenética y posiblemente la mejor en el ritmo y creación de tensión en el ambiente, Berg da un giro de tuerca poco sorpresivo en el resto del relato donde sacude las apariencias, quita las máscaras usadas y convierte a las víctimas en victimarios y viceversa, en algo que conforme se va desarrollando, va perdiendo esa intensidad y se convierte en algo predecible con un desenlace flojo.

Los actores hacen un buen trabajo pero es inevitable que caigan en los estereotipos de roles que ya todos conocen en este tipo de cintas. Maisie Williams se desprende poco a poco de esa imagen de Arya Stark que le dejó la popular serie de Game of Thrones, pero son los ancianos dueños de la casa los que roban la atención en este thriller.
Tanto Sylvester McCoy como Rita Tushingham hacen de la pareja de ancianos, los Huggins, una endeble pero amenazante dupla que puede ser capaz de todo con tal de salirse con la suya y mostrar las verdades detrás de las apariencias que manejan. Tristemente, a pesar de su gran trabajo no logra ser suficiente para poder percibir ese sentido de peligro o lucha por supervivencia que esa noche peculiar de un asalto malogrado necesita.
Y es que hay factores que se llegan a desaprovechar, como es la ambientación de la casa misma de los Huggins, que a pesar de que debería ser un personaje más, se convierte en un mero escenario para la locura que se va a desatar esa noche, no ayudando en la atmósfera de ese truculento pero predecible giro de tuerca que propone Berg y su coguionista, Mathieu Gompel.

Incluso ese cambio en el aspecto de la pantalla que se reduce para hacernos sentir un sentido de aprehensión en cierto momento se siente sobrado o excesivo, como si fuera parte de un efectismo para tratar de transmitir algo que no logra hacer del todo en la hora y media de duración, cayendo incluso en ciertos excesos en el desarrollo del papel de la “heroína” para darle un final inesperado pero abrupto.
Así, Los Intrusos se convierte en un ejercicio simple de suspenso y terror, en un clásico relato lleno de todos los recursos conocidos de un dilema de ‘gato y ratón’ que se diluye en su premisa conforme pasa el tiempo haciéndola irregular hasta entregarnos un tercer acto que llevará, de nueva cuenta, a hacernos ver el peligroso juego de las apariencias y la oscuridad detrás de las personas que menos esperamos.

Por A.J. Navarro
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