Mórbido 2020: I Blame Society, una crítica sangrienta al quehacer cinematográfico

I Blame Society                                                                                                                      (Gillian Wallace Horvat, 2020)

El hacer cine es, para muchos, volver realidad un sueño. Pero muchas veces, lograr ese sueño cuesta mucho trabajo, sacrificio y hasta sangre. El arduo trabajo detrás de la cámara, la constante búsqueda de nuevas formas para hacer tangible esa visión, y todo lo que conlleva el camino de abrir las puertas del éxito, o simplemente obtener una oportunidad, suele ser una carga que puede llevarnos a momentos de crisis.

Considerando esto, la directora y guionista Gillian Wallace Horvat realiza una pequeña crítica acerca de los límites a los que uno puede llegar en la labor del quehacer cinematográfico. Con I Blame Society, donde ella protagoniza su propia historia, en una especie de docuficción, va mostrando lo difícil que es lidiar con las ideas del fracaso, la predominante presencia del género masculino en la industria del cine y la falta de oportunidades para las nuevas voces en el gremio.

Ante un pequeño cumplido que años atrás le dijeron sus amigos donde resaltaban que bien podría ser una perfecta asesina serial (lo cual sí le pasó a la realizadora en la vida real), Gillian decide ir en busca de un proyecto arriesgado, de esa idea que la lleve al límite pero que a su vez le permita por fin romper con las puertas cerradas en el medio y demostrar su valía.

Es así que la directora retoma ese cumplido para poder realizar un experimento acerca de qué tan buena asesina sería, siendo esta la premisa. Pero todo se va saliendo de control cuando la delgada línea entre la realidad de su vida y el proyecto cinematográfico que quiere realizar para impresionar a unos productores se convierte en más que un mero ejercicio de cámara, sino en una especie de desahogo que detonará actos impensables.

I Blame Society es un proyecto muy personal para la realizadora, en donde plasma parte de su experiencia como una cineasta que está tratando de dar el salto de los cortometrajes hacia los largometrajes, pero sin mucho éxito, debido a muchas trabas como la falta de fe en las propuestas o simplemente la falta de apoyo de los productores, casi todos hombres blancos, que no ceden fácilmente en abrir puertas a nuevas voces.

Otro tema con el que esta película de terror juega, es con los estigmas que los directores novatos cargan al ser primerizos en un mundo lleno de intereses y tiburones donde la sensación y miedo al fracaso comienzan a rondar por la mente de los realizadores que no consiguen el tan deseado éxito que buscan, ya sea una producción grande o simplemente tener la oportunidad de dar un paso más, especialmente en el caso de las mujeres.

Aunado a esto, Gillian juega con un sentido de meta ficción, donde tiene que desprenderse de su realidad para jugar con este relato que nos lleva a los extremos de la cuestión acerca de que está uno dispuesto a hacer con tal de conseguir el respeto y valor en un medio que parece ser voraz y cerrarse a ciertas reglas, por lo que la realizadora se verá obligada a romper esas líneas y convertirse en algo no esperado por el amor al arte.

La vulnerabilidad de Gillian se nota y le da a este proyecto fílmico una autenticidad única que hace cuestionarnos qué tanto es verdad y qué no. Todo esto detrás de la visión del oficio cinematográfico y la mordaz crítica a la pasión que esto genera y los límites que a veces se borran para lograr lo que uno quiere.

El miedo al fracaso entonces se transforma en una motivación asesina que, mientras más avanza la cinta, nos damos cuenta de que lo que parecía ser un juego acaba por volverse una brutal realidad que funciona como metáfora de la voracidad del quehacer cinematográfico y las consecuencias, a veces asesinas, que ello conlleva.

Así , I Blame Society se convierte en un grito por equidad, de empoderamiento llevado al exceso acerca de una mujer que en busca de una oportunidad en un medio lleno de prejuicios se transforma poco a poco en una femme fatale que viene a echar en cara al público el lado amargo de hacer un filme, los sacrificios que involucra y que, a veces, para cumplir ese sueño de hacer cine tienes que matar o ser asesinado.

A.J Navarro

Por A.J. Navarro
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