El actor Sacha Baron Cohen comenzó su carrera haciendo una comedia muy ácida, creando personajes que tenían el (dis) gusto de entrevistar tanto a los ciudadanos comunes como a la gente de altos rangos, enfrentándolos de manera desfachatada ante temas de interés social, político e incluso creencias y costumbres, poniendo en tela de juicio tanto al más progresista como al más conservador.
Desde sus primeras apariciones en la televisión británica con su personaje de Ali G, cuya popularidad lo llevó a salir en un video de Madonna hasta tener su propio show, Baron Cohen siempre creó personajes que llevaran al límite a sus entrevistados. Pero fue uno de ellos el que resultó ser tan atractivo que incluso logró una nominación al Oscar por Mejor Guión Original en su propia cinta, un reportero ultraconservador kazajo de nombre Borat.
En el lejano 2006, año en que sale su primer película, Borat era alguien que ejecutaba el rol del tonto simplón visitando un país como Estados Unidos para burlarse, provocar y sacar la naturaleza pura de su sociedad, funcionando como un mero reflejo de sus problemas. Ahora, catorce años después de su primer aparición en cines, este uzbeko regresa con su siguiente película documental donde vuelve a las andadas con nueva compañía y una nueva misión.
Después de haber causado que Kazajistán fuera una desgracia, Borat recibe una nueva oportunidad para entregar un soborno a Mike Pence, vicepresidente de los EEUU, con tal de quedar bien con el comandante en jefe, Donald Trump. Fiel a su estilo, Borat realiza este nuevo viaje para reivindicar su nombre y a su país pero su misión dará un giro inesperado que volverá a mostrarnos ese lado del país de las barras y las estrellas que no vemos mucho.

La presencia de una hija llamada Tutar (Maria Bakalova) será el detonante para justificar las nuevas locuras de este kazajo, resultando un complemento perfecto para las provocaciones de este personaje, un ‘payaso tonto’ que lo que hace es poner de frente los temas más incómodos y hacer que la misma población, los mismos entrevistados, caigan en desgracia y sean el objeto de la burla por parte de Baron Cohen.
Esta filosofía ha marcado la forma de hacer comedia por parte del actor, quien siempre ha optado por este aspecto de crítica con sus personajes, ya sea Ali G, Bruno, El Dictador o Borat, que ha conseguido ser un arma para cuestionar todo sin importar la postura, haciéndonos ver con un humor agresivo, grotesco o aparentemente simplón las cosas más desagradables de nuestro mundo.
Amparándose en el formato del mockumentary, Baron Cohen, ahora guiado por el director Jason Woliner, repite la fórmula no sólo de su primer filme sino también de su más reciente proyecto de serie llamado Who is América? (2018) donde usando diversos personajes pone en tela de juicio el exacerbado patriotismo estadounidense, mostrando lo que es capaz de hacer un payaso tonto que constantemente es subestimado.
Incluso el mismo protagonista llega a burlarse de la popularidad de Borat en este país, dándole un sentido de auto crítica que pocos comediantes tienen en un guión en el que podemos ver una evolución de personaje interesante gracias a su relación con Tutar, un rol que la actriz Maria Bakalova realiza con efectividad, siguiendo el paso sin problemas a las provocaciones características de Baron Cohen.

Para algunos, Borat y ésta, su siguiente película documental, podrán ser de mal gusto, tachadas de ser un mal cine, más como una especie de performance que cinematográficamente puede aportar poco o nada, pero es justo ahí, en esa recalcitrante comedia incómoda donde reside la importancia de su personaje y, en general, de lo que hace Baron Cohen, un payaso tonto que está dispuesto a todo con tal de hacer notar lo más feo y a veces hasta increíble de la sociedad actual.
Y es que para él, da igual tu ideología, color o postura política, siempre la pondrá en tela de juicio sin siquiera hacer más que poner un espejo en el que uno saca lo mejor o lo peor de sí mismo. Desde los sureños recalcitrantes, las amables señoras judías hasta los movimientos feministas y la doble moral política, el ‘bobo’ Borat y su compinche siempre estarán ahí para sacarlo.
Así, este subsecuente filme logra lo mismo que el anterior, reacciones divididas ante un espectáculo que pareciera una burla muy burda pero que en realidad gracias al aparente papel de tonto de Borat, sirve como un espejo de lo que somos y una burla a nuestra idiotez o raciocinio humano. A final de cuentas, las verdades no pecan pero incomodan y más cuando nos las reflejan en nuestras caras.

Por A.J. Navarro
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