Hace cuatro años, el director Yeon Sang Ho conquistó a los fanáticos del género zombie con una propuesta fresca que se caracterizaba por tener unos buenos personajes, un gran toque de lo mejor y peor de la humanidad, todo a bordo de un tren que viajaba a Busan y que se convertía en un enlace entre la salvación o la muerte en Estación Zombie: Tren a Busan (2016).

Después del gran éxito cosechado con este título y de haber realizado una producción original con Netflix llamada Psichokinesis (2018) donde tocaba el tema del superhéroe en una forma un tanto satírica, Sang Ho decide regresar a esta franquicia que lo colocó en el mapa cinematográfico con una secuela que, lamentablemente, pierde toda la esencia de la anterior para convertirse en un teatro del absurdo cuasi Hollywoodense en Estación Zombie 2: Península.
Aunque al principio del filme tenemos unos diez minutos reminiscentes del lugar donde nos quedamos hace cuatro años, todo se evapora poco a poco cuando vemos que los pocos sobrevivientes coreanos viven refugiados en Hong Kong, donde sufren la discriminación de un pueblo que los considera infectados, sucios y no pertenecientes a su sociedad, con aires de temor social que remiten a los problemas que siempre ha habido en esa región asiática.
En medio de este caos, nos encontramos con la historia del ex militar Jung Seok (Gang Dong Won) que, después de no poder salvar a su hermana y su sobrino del apocalipsis zombie, vive en las sombras haciendo lo que puede. Es ahí, en las aguas de la inestabilidad, que es contratado junto a otros tres surcoreanos, para regresar a Busan por un paquete que quedó varado a cambio de dinero con el cual pueden salir de Hong Kong y comprar su libertad.

A partir de esta premisa que a todas luces remite a ese clásico ochentero de sci fi, Escape de Nueva York (Carpenter, 1981), el regreso a la Península del título se convierte en un derroche de excesos de una simplona cinta de acción que olvida el lado humano para convertirse en un vehículo de entretenimiento que raya en los límites del absurdo.
Y es que la historia de repente comienza a presentarnos algo que se siente poco original, con poca alma y con personajes que más que empáticos suelen ser muy planos o con motivaciones bastante absurdas que cambian a conveniencia de la acción que vemos desarrollarse en pantalla, la cual también resulta muy gratuita, sin mayor justificación, similar al estilo de Michael Bay.
La presencia de los zombies que en la primer película era un constante peligro aquí se vuelve una amenaza invisible usada a conveniencia, olvidándonos del caos que estos seres crearon hace cuatro años y que ahora se vuelven monstruos hasta un tanto domesticados que son usados para entretenimiento de uno que otro grupo de sobrevivientes que quedaron atrás.

Podemos también ver ese intento de crítica que alguna vez Boyle planteó en Exterminio (28 Days Later, 2002), donde los sobrevivientes de esta epidemia zombie rayan entre lo humano y lo inhumano, siendo los ex militares y otros los que muestran su peor lado en los momentos de desesperación. Sin embargo, estas intenciones también fallan al no ser aterrizadas de una forma adecuada.
Y qué decir de la acción y los efectos especiales. Si bien la original Tren a Busan usaba efectos prácticos con un poco de CGI, aquí el director opta de repente por saturar la cinta de los efectos especiales que además lucen muy mal en secuencias donde la película termina por convertirse en una especie de Rápidos y Furiosos: Reto Busan, optando por una espectacularidad vacía y carente de alguna emoción.
Lamentablemente, la labor actoral se queda corta en transmitir lo que la anterior cinta tenía, ese corazón que al final se rompía con una emotividad que aquí tratan de emular de forma maniquea debido a esa falta de desarrollo efectivo de guión, volviéndose un mal chiste, dejando sentir que más que una secuela con pasión es un producto netamente comercial que aboga a las fórmulas de Hollywood.
Es así que Península viene no a revitalizar una película sino a explotar con clichés hasta el cansancio todo lo que el género zombie tiene, agregándole dosis de una acción injustificada que podrá resultar en un entretenimiento pasajero exagerado muy al estilo de una secuelitis aguda pero carece de esa profundidad y sentimiento que la anterior tenía.

Por A.J. Navarro
Mis redes:
Twitter:@JustAJTaker
Facebook: @Aj Navarro
Instagram: @ajnavarro007