Hace cuatro años una pegajosa canción de Justin Timberlake llamada «Can’t Stop the Feeling» sirvió de gala para una película animada que caía en los excesos a todas luces pero resultaba un tanto entretenida en su propuesta infantil, apelando además a la (casi) siempre efectiva nostalgia musical con montones de covers y mashups en Trolls (Mitchell, 2016).

En esa cinta conocimos a una pareja dispar. Poppy (voz de Ana Kendrick en ingles/ Belinda en español), quien era la princesa del reino de los Trolls, llena de colores, ánimo y buena vibra, casi salida de un club de optimismo. Por otro lado, estaba Branch (voz de Timberlake en inglés/ Aleks Syntek en español), un troll amargado que no disfruta cantar y se la pasa molesto todo el tiempo.

Esta pareja dispareja se uniría para salvar a sus amigos de manos de los malvados Bergens mientras hacían énfasis en el mensaje de unión, compañerismo y de ser tu mismo siempre sin que nadie te imponga  algo, aderezada visualmente de infinidad de texturas, colores y brillantina para los niños así como montones de música para los más adultos.

Después de un moderado éxito, este año los Trolls regresan con todo y su séquito no para salvarse a sí mismos, sino para rescatar a los diferentes géneros de la música ya que la malvada Reina del Hard Rock, Barb (Rachel Bloom en idioma ingles/María José en la versión en español), quiere tomar el control de todos los reinos musicales de estas diversas criaturitas.

Repitiendo la misma fórmula que en la anterior, Trolls 2: Gira Mundial resulta ser un divertimento mediano en donde se recicla lo antes visto para solamente cambiar un poco las piezas en busca de dar un mensaje acerca del respeto a las diferencias y la crítica a la imposición de las ideas edulcolorada como solo los Trolls saben hacerlo. 

Esta situación resulta ser su talón de Aquiles, ya que la historia parece preocuparse por seguir la regla de la secuela: meter mucho más de lo que funciona. Así, ahora vemos muchos más Trolls, más mundos, más diversidad musical pero todo eso puesto a conveniencia de un relato que deja tremendos huecos donde las cosas pasan porque si. 

Aunque no se espera una cinta compleja en esta secuela, pareciera que el mundo de los Trolls sigue sin definir hacia quien va dirigida, dándonos momentos muy infantiles en el diseño de los personajes, los colores y la psicodelia inherente que atrae a los pequeños pero abogando mediante la música y sus bromas a un público más adulto que puede considerar la película amena por ello. 

Sin embargo, en el aspecto social cinematográfico Trolls 2 llega como algo rebozante de positividad en un ambiente mundial donde se necesita un poco de eso, lo cual puede hacer que la película sea disfrutable en familia, haciendo que se olvide un poco la falta de animosidad y la escasez de buena vibra que pareciera agobiarnos como sociedad.

Esto aunado a un par de voces como la del metalero Ozzy Osbourne en la versión original en inglés o el vocalista de Caló, Claudio Yarto como Diamantino y la participación de Benny Ibarra que entra al quite como la voz de Branch en la versión doblada, le dan un plus a un relato que no busca ser muy auténtico pero si lleno de buenas vibras e intenciones que no siempre funcionan. 

Así, la Gira Mundial de estos Trolls se convierte en una cinta de fórmula que se salva por su extraña esencia extra alegre llena de colores pero que se queda corta en ofrecer algo mejor que un mero divertimento o distractor, más allá de entregar un mensaje bastante bueno, mismo que a veces se diluye entre tanta brillantina y mashups que carecen de mucha originalidad y obedecen a las convencionalidades de la trama. 

Por A.J. Navarro
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